sábado, julio 22, 2006

Isla (II)

Y de ese recuerdo… Una mujer se está depilando las piernas en el cuarto de baño; nada de película de Disney o musical en blanco y negro.

Contrariado como están aquellas personas a las que en su vida les sucede algo inesperado que te zambulle en una consecuencia también inesperada. Agarro algo que todavía se podría fumar del cenicero del suelo, me lo pongo entre los labios. Ella sale desnuda del baño, con el pelo mojado y brillante debido a los rayos de Sol que retumban entre su melena castaña. Algún rayo se escapa hasta sus claros ojos que me clavan contra la arrugada cama. ¡Qué vacaciones! Y enciendo el cigarro.

Se acerca hasta mí y mientras gotitas de agua caen desde su pelo hasta mi pecho nos besamos, su lengua fría me besa, sus dientes me abrazan. Después se muerde el labio mirándome fijamente a mis ojos y se va. Apago el cigarro quiero tenerla en mi boca más tiempo.

Por cierto, no estamos casados. Creo que decidimos celebrar que nos íbamos a casar. Nos gustó tanto celebrarlo que pensamos que si nos casásemos nunca más podríamos disfrutar que nos íbamos a casar. Eso si… ella me meo encima. ¿Quién no se ha dejado hacer cosas para afianzar una relación? Cortarse el pelo, cambiar de estilo, usar desodorantes, afeitarse, barba, dejarse quitar granos…Tampoco nos disgusta tanto.

Salgo de la habitación. Ella está en la terraza pintándose las uñas de los pies; de blanco, se las pinta como aquellas nubes tan blancas que tumbado en la arena de una cala parece que puedas comértelas.

- Tengo ganas de comer nubes – le dije.-… Te podías tintar el coño de blanco… te juro que me estaré trabajando tu coño un mínimo de ocho horas.

- Algo así me dijiste; pero con follar…

- Ya… joder… – mientras me siento y me rasco un huevo por dentro del calzoncillo.- Pero es que eso de follar es como un lanzamiento espacial, jamás lograrán controlar la ignición, hay posibilidades de que algo salga mal... Enséñame a follar.

Deja de pintarse la uña del dedo corazón, aunque un corazón nunca se debe dejar a medias, y me mira:

- El coño lo comes bastante bien, me encanta esa cosa que haces con la puntita de la lengua mientras tus dedos se desparraman por mi coño y mi culo.

- Pues ocho horas de dedos desparramados por tus agujeros sólo por tintarte el pelo; ¡coño! Si parece un trato de esos programas de la televisión. ¡Escucha! Escucha lo que dice el público: ¡¡TINTATE EL COÑÑÑOOOO!!

Se ríe y viene andando de talones hacía mí muy lentamente algo así como Frankenstein. Abro mis piernas y mis brazos para que se siente. Me mete la mano en mis calzoncillos y agarra mi asustada polla:

- Vale.- Me besa.- Y la semana que viene te enseño a follar mejor.

- ¿Estás teniendo un orgasmo?

- ¿Cómo?

- Dicen que cuándo las mujeres tienen un orgasmo los dedos de los pies se estiran, nunca lo he podido comprobar… A ver, a ver estira los dedos, más ¿notas algo? – Mi mano se escurre por su todavía húmeda piel hasta desaparecer bajo la toalla y llegar hasta sus muslos. Mientras su cabeza mojada se apoya en mi hombro, le acompaña un largo suspiro- No eres científicamente contrastable.

- ¿Vamos a cenar?- me dice muy bajito y cerca de mi oreja derecha.-

- No se… es que tengo algo entre las manos.

Lo hicimos en la terraza. La baranda, la mesa y las tumbonas nos sirvieron en algún momento de punto de apoyo. Casi parecía una película porno del gran Antonio Adamo.

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Acabamos tan empapados de sudor y sexo que tuvimos que escondernos en la bañera. Aprovechamos para rodar otra secuencia mientras nos lamíamos los cuerpos con jabón.

Nos escapamos del mundo del sexo y de los cuerpos para irnos a cenar.

viernes, julio 21, 2006

Tengo algo que decirte

Sí. Se había cansado de su novia. No era mala chica, ni tampoco era, para nada, mala en la cama; incluso tenía un cuerpo demoledor. Pero él ya no se encontraba bien con ella, le faltaba esa pizca de pasión por un futuro prometedor a su lado. Julio necesitaba saber que su relación llegaría a algo, y de momento no lo veía nada claro.

Cogió su chaqueta del respaldo de su silla y salió del despacho ajustándosela con soltura. Llamó al ascensor, que llegó justo en el momento que se subía la cremallera.

Iría a su casa, a echar la siesta de después de trabajar, y luego quedaría con ella y se lo diría todo. Todo aquello que pensaba decirle desde bastante tiempo atrás, pero que le costaba tanto de soltar que siempre que se aventuraba a hacerlo, le podía la cobardía y el miedo. Pero hoy era distinto. Esta tarde sería la definitiva.

El despertador sonó a las 5 de la tarde, haciendo botar de un respingo a Julio que, con la rabia que consigue desprender la apatía del recién despertado, lo apagó a torpes manotazos. Cinco minutos después ya estaba en pié.

Salió de su casa y se dirigió hacía la cafetería donde habían quedado. La misma cafetería a la que recurrían cuando no tenían plan que hacer, la misma cafetería donde iban los domingos a tomar algo al atardecer, donde se cogían de la mano y hablaban de sus cosas. En aquella misma cafetería donde se conocieron hacía ya tres veranos.

Faltaba una hora para que fueran las siete, momento en que habían quedado. Ella salía de trabajar a esa misma hora, y en cinco minutos estaría allí. Por tanto, le quedaba una hora y cinco minutos para que ella apareciera por la puerta, con semblante alegre; le quedaba una hora y cinco minutos para acabar con tres años de relación y…..

-¿Desea tomar un café, señor?

- No, gracias. Tráigame un whisky solo. El más caro que tenga, ah! y sin hielo, por favor.

….emborracharse tímidamente como método de relajación ante tan dura prueba de valor.

A aquel ‘Glenrothes’ que le sirvió la camarera instantes después de que Julio lo pidiera, le siguió uno más. Llevaba dos ’18 – year old whisky’ y aún no habían pasado treinta minutos. La borrachera no era tanta tímida como se propuso. Más bien, era la necesaria.

Fumó cigarro tras cigarro, hasta que a las siete y diez minutos (con leve retraso) apareció ella por la puerta. No sonreía.

- Hola. – dijo él, evitando mirarle directamente a los ojos, bajando avergonzado la mirada mientras se rascaba una oreja.

- Hola, cariño. Hola. – Respondió. Ella también parecía como avergonzada, como si también se enfrentara a una dura prueba de valor.

(Como si ya lo supiese).

Julio salió de su nube de pudor al ver que ella estaba preocupada, lo desveló el nerviosismo de sólo pensar que ella esperaba lo que iba a decir, como si se hubiera dado cuenta hace tiempo, como si estuviera esperando a que tal día y tal conversación llegara.

- ¿Como te ha ido el día? Te veo algo cansada, ¿todo bien? – Rompió el hielo con la pregunta prediseñada para tales casos.

- Bueno….lo normal. Sí, todo bien. – contestó ella. Pero seguía desviando la mirada al hablar. Aún estaba ausente con la cabeza en otro lado.

Julio empezó a notar un gota de sudor frío resbalarle por la sien. (¡Menuda tensión se respiraba en aquel momento!).

No podía esperar más. No importaba que ella intuyera lo que le iba a decir, o tampoco importaba que ella tuviera algún problemilla que contarle. No. No importaba nada. Tenía que quitarse ese peso de encima, tenía que decirle que ya no veía futuro en su relación y que la dejaba.

- Cariño. – se apresuró a pronunciar. Se le echó el mundo encima en solo un segundo, pero se lo iba a soltar ya. – Tengo algo que….

- Tengo algo que decirte. – Le interrumpió ella de golpe, dejando en un leve balbuceo las palabras que Julio estuvo a punto de pronunciar. – Estoy embarazada.

lunes, julio 17, 2006

Isla ( I )

¡Qué cojones! Para mi el verano comenzó cuando no se quién me invitó a su casa de la costa…

Drogas de diseño, mujeres de diseño, muebles de diseño y escritores de diseño. Aunque todos estábamos borrachos y rotundamente drogados, todos me miraban raro. No escribía ni trabaja con Apple, ni bebía cócteles de colores. Escribo en un PC de mierda y bebo wiskie. A todo esto, no tengo un peluquero/a oficial ni patrocinador de calzoncillos y… ¡qué pena! De tangas tampoco.
Ellos y ellas son hombres y mujeres anunciados con bolígrafos gentileza de Monteblanco o ropa interior de encaje (detalle que me derrite) de Chochirel.

Algo bueno de la literatura es que unas hojas impresas me ponen en su misma situación por mucho que a algunos les pueda ofender. Os pido desde mi humilde escritorio mil perdones: escritores de masas, escritores de rocas, escritores de sentimientos plastificados, de marketing editorial… grandes escritores.

Pero, ¡que coño! Todo parece mejor en una hamaca al lado de una piscina que en la noche desprende distintos colores que iluminan todo el jardín y parte de la casa.

Y allí en el balcón principal frente a la piscina una pareja cambia de postura, cambia de color, cada cuatro minutos y medio. Jugando a esconderse, a desparecer, a desperdiciarse entre la piel, entre el sudor caliente y salado.

Y en la hamaca yo, con un vaso de wiskie caliente, casi tanto como mi glande y a las cuatro de la mañana me acuerdo de ti, el calor sigue encabronado en molestarme, empujándome contra su asqueroso y ardiente aliento. Se engancha a mí como aquella que fue mi novia y no dejaba de abrazarme durante toda la noche, me agobiaba. O como aquella otra que no dejaba de agarrarme la polla, me acojonaba.

En esta linda borrachera pienso en ti, un triunfador. Tú no piensas que aunque seas un triunfador eres un triunfador cualquiera. Otro cualquiera, como millones de cualesquiera. Pero algún día, tal vez una noche tan calurosa como ésta o en alguna violenta borrachera te darás cuenta. La gente es cualquiera y cualquiera puedes ser tú.

Ya no te idolatrarán, tú buzón quedará desierto, ellas dejaran de follarte, eres otro cualquiera, otro triunfador cualquiera.

Mientras; en tu balcón, borracho y loco le chillarás a la ciudad que estará más oscura y más tenebrosa que nunca… una ciudad que te ignorará. No significas nada para ella, para nadie. Otro triunfador cualquiera. Te chillará la enorme ciudad en tu tembloroso oído: ¡Eres OTRO triunfador cualquiera! Y romperás la ventana o saltarás por el balcón.

Todos los que estábamos disfrutando de aquella noche éramos triunfadores cualesquiera. Viviendo nuestros respectivos momentos de triunfos, nuestros logros, incluso nuestra pequeña gloria, pequeña y cualquiera gloria que desaparecería en cualquier estantería de algunos de nuestros apartamentos de alquiler, o en algún rincón de sus mansiones.

Después yonkis de triunfo, de gloría y reconocimiento nos arrastraremos en una cola casi kilométrica hasta nuestros editores y mecenas demandándoles misericordia y recuerdo a las viejas glorias.

Dos tetudas se violan sutilmente en la piscina de colores. Entonces cuatro luces follan en la cama de la habitación del balcón.

Entonces tú te acercas tambaleante hasta mí y nada más verte unos enanos cabrones me hacen cosquillas en mis huevos, se esconden entre mis pelos, y sus pequeñas lenguas lamen las rugosas pieles de mis cojones. No he encontrado definición mejor de Amor.

Te sientas delicadamente a mis pies.

- Perdona… ¿eres puta?

- ¿Cómo?...

- Pues eso… ¿eres puta? Es que se me da muy mal ligar…

- Ya… ¿Tú ves que esto sea un puticlub?

- ¿Y qué no lo es?

- Ya…

- Verás… Yo sólo quiero que nos follemos y que cambiemos de color cada cuatro minuto y medio… Será tan bonito como las películas de Disney… ¡O mejor! Como un musical ¡En blanco y negro! Entrará toda esta gente y se pondrá a bailar alrededor de la cama, nadie se equivocará de paso y todos estarán riéndose y contentos mientras que nosotros follamos y bailamos en la cama que da vueltas sobre si misma, todos reímos…

- A mi una noche las tazas de la cocina me hablaron…-Interrumpió ella.-

- Cásate conmigo… Ahora soy un triunfador…

- ¿Eres escritor?

- Algo parecido…

- ¿Picha corta y borracho?

- El mismo… pero gordita y muy borracho…

- Hay unos cuántos igual que tú por aquí…

- Yo me dejo mear…

- ¿Por lo civil?

- ¡Cómo no!

Nos agarrábamos violentamente de la mano y desaparecimos entre cualesquiera.

…es una de las pocas noches de verano que puedo recordar desde que llegué a esta isla.

lunes, julio 10, 2006

Busco

Busco a esa chica que tiene suficiente inteligencia como para darse cuenta cuando la mienten.

Busco a esa chica que no necesite mentirla para verla sonriendo.

Busco a esa chica que por su sonrisa velaran los ángeles e idolatrasen los idólatras.

Busco a mi ídolo dentro del corazón de esa chica.

Busco a esa chica, por encima de otras chicas. La más preciosa.

Busco su preciosidad, un desvelo de mi alma en su camino.

Busco caminar hasta dar con su fuente de frescor lozano.

Busco refrescar mi suerte con la ayuda de su motivación.

Busco a esa chica motivada de ver mi yo sincero.

Busco sincerarme frente a mi espejo de sus ojos.

Busco la mirada que me dicte los pasos a seguirla.

Busco repasar su gesto, desarmando así mi ser.

Busco ser yo aquél a quién ella busca.

Busco….

¿He encontrado lo que busco? ¿Eres tú, chica?