jueves, mayo 17, 2007

La curva

Sonó el teléfono móvil que estaba encima de la mesa. Alargó el brazo desde el sofá, con pereza; como si lo agotara profundamente el esfuerzo. Miró el nombre y vio que era su novia quien lo llamaba.
- ¡Hola cariño! ¿Cómo estás? – Saludó ella.
- Bieeeeeeen. Aquí, en el sofá, viendo una peli. Me estaba quedando dormido… – dijo con voz desganada, pero con ese tonillo lastimoso y tierno con el que se hablan las parejas. - ¿Qué estás haciendo tú?- Continuó él sin dar tiempo a que respondiera ella con algo.
- Voy hacia tu casa, estoy en las curvas que llevan a tu pueblo. Nada….a cinco minutos. ¡Sorpresa!
Ambos rompieron en carcajada, cómplices en la entrañable imbecilidad que otorga el amor.

- ¡CÓMO ESTÁ SEÑORITA! ¡YO LLEVO A ESTOS DE PASEO! – Tronó una voz dentro del coche. Ella, presa de pánico, empezó a chillar de forma histérica; y cuando giró la cara y vio la persona que tenía en el asiento del copiloto, se le revolvió el estómago y vomitó.
Desparramó gran cantidad de vómito rojizo en las faldas de aquella persona que acababa de aparecer a su lado.
- ¿Qué pasa? ¿Qué pasa ahí? ¿¿Estás bien?? – Gritaba el novio desesperado, en el otro lado de la línea telefónica.
Ella seguía chillando. Desgarraba su garganta a cada uno de los apasionados chillidos, que desplomaban en agria tos. No atendía a lo que el le decía. Soltó el móvil, que cayó a sus pies.
- ¡Es rojo, rojo! ¡Rojo! ¡ROJO! ¡La sangre es roja! ¡Tus vómitos son rojos! ¡ROJOS!- gritaba el extraño. Reía mucho. Ella lloraba.
- ¡CUIDADO CON LA CURVA!- Gritó el extraño, y luego se esfumó en la nada. En el último instante, que ella miró a los ojos de aquel ser, vio miedo. Vio mucho miedo. Y luego….la curva.
Al llegar a dicha curva, el coche paró en seco. Paró solo.
Ella con lágrimas en los ojos, anonadada, vio como la noche se cubría de niebla, que a la vez rodeaba su coche. Estático él, en mitad de la carretera. A tres minutos de llegar a casa del novio. Solo. Solos. Y ella volvió a llorar amargamente.
De pronto, alrededor del coche, por entre la niebla, empezaron a emerger decenas de pequeñas sombras sonrientes. Eran negras y espesas, pero de mirada clara y embelesadora sonrisa.
- ¡Juega con nosotros! ¡Vamos a divertirnos! ¡Vente de excursión con todos nosotros!- Las sombras tenían voz de niños. Eran todas almas de niños.
De repente el coche empezó a elevarse, acolchonado por la niebla. Espesa niebla que reflotaba el coche a dos metros del suelo.
Las almas se agolpaban en la carrocería del coche, dando pequeñas sacudidas. Eran como latidos, pero a destiempo y alborotados. Se sentían golpes hasta por debajo del vehículo. Cada vez se iban haciendo más fuertes y agresivos.
- ¿Qué es esto, por dios? ¿Porqué a mí?- Miles de preguntas le rondaban la mente. Su estado era lamentable, rozando la locura senil. Entraba en un viaje mental sin retorno.
- ¡Por favor, respóndeme!- Sonó desde el móvil. El novio seguía allí, tras el teléfono. Él también lloraba impotente ante la situación.
Ella reaccionó con la voz, y rebuscó por el suelo del coche su móvil, hasta dar con él; y habló con su novio.
- Tengo mucho miedo- lloriqueaba al aparato- ¡Me rodean! ¡Por todos lados, por arriba y por abajo! Me están destrozando el coche… ¡QUIEREN ENTRAR!
- ¡Llévanos! ¡Por favor, vente con nosotros, llévanos!- Seguían vociferando las pequeñas almas.
- Me hablan... – Continuó ella, sollozando al teléfono. ¡¡Me estoy volviendo locaaaaaaaa!!- Finalizó.
De golpe, y antes de que siquiera acabara ella la frase, la llamada se cortó y el móvil se apagó.
El chico cogió sus llaves, y rápido se dirigió a su coche y fue hacia dónde ella se encontraba. Debía de estar justo en la entrada del pueblo, no mucho más lejos.

- ¡Déjanos entrar! ¡Por favor! ¡Hace frío! ¡Y tenemos hambre! ¡Te pareces a mi mami! ¡Hambre!- Flotaban palabras fuera del vehículo. Palabras que salían de las boquillas de aquellas pequeñas almas cenicientas.

Por las juntas de las puertas empezaban a vislumbrarse sombras que pretendían entrar. El armazón de su coche empezaba a ser quebrado. Pronto conseguirían entrar.

Así fue, que mientras en la total histeria en que ella se encontraba, que golpeaba a todos lados como queriendo hacer frente a los invasores, aquellos seres consiguieron al fin internarse.
Entró en convulsión y perdió la razón. Su cuerpo quedó tieso y palpitante, y las sombras hambrientas se lanzaron sobre ella.
Ahora sus facciones angelicales ofrecían un aspecto demoníaco, fulminante y oscuro.
Clavaron sus fauces por todo el cuerpo de la dulce muchacha paralizada. Se alimentaron de ella; robándole la vida.
Ya saciados, se fueron alejando poco a poco. Pronto quedaría el cuerpo solo de la muchacha. Inerte, sin expresión. Cuerpo frío y desolado.

- ¡Pobrecilla! ¡Ya tampoco os podrá llevar ella de excursión! – Exclamó, reapareciendo de esa forma, la persona que surgió antes dentro del coche. Como en la ocasión anterior, volvió a salir de la nada.- ¡Quemémosla! ¡Que arda con nosotros en la desdicha! ¡Como alma en pena! ¡¡FUEGO!!-.

En el mismo instante que aquel ser pronunciaba las palabras el coche, y ella en su interior, ardían devorados por enormes llamas; alimentadas de misticismo espiritual. Las llamas tornaban de verde a azul. No eran simples llamas rojas comunes; tenían personalidad, como si algún tipo de ser superior les guiara en su afán destructor. Eran voraces.

El novio, ya en su auto y en carretera, ni de lejos sabía con lo que se encontraría. Giró una curva, dos. Otra más, y clavó en seco los frenos. Quedó boquiabierto. Ante él: un coche a dos metros del suelo, envuelto en llamas azuladas; el coche de su novia. Y sombras, vio sombras burlonas y escurridizas que se alejaban del lugar. La niebla, hasta ahora envolvente, empezaba a disipar.

Pasaron minutos. Bastantes minutos hasta que el tipo no salió de su asombro. Surcaban su cara regueros de lágrimas, y su gesto, de impotencia descomunal, imploraba despertar de la pesadilla.
Del cielo cayó súbitamente el coche, esparciendo herrumbre y trozos de material calcinado en el momento del impacto contra el asfalto.
Fue en ese momento cuando cambió su cara, y salió rápidamente de su coche para comprobar el estado de su compañera sentimental.
Vio un cadáver irreconocible, y se derrumbó. Como banda sonora de la propia desolación, se oían risas apagadas y tímidas, provinentes de alrededor. Las pequeñas criaturas los observaban disfrutando.
Al muchacho le pudo un arrebato de flaqueza, que lo dobló de rodillas en el suelo, frente al cuerpo achicharrado de su querida.
Así, en esta posición, llorando compulsivamente quedó; hasta que otro conductor vio la escena y llamó a las autoridades. Luego se acercó al chico, que destrozado, ni siquiera levantó la cabeza para mirar quien le hablaba.
A las pocas horas toda la zona la rondaban agentes de la ley y del servicio público. Él siguió llorando; sin olvidar. Jamás olvidaría.
Sombras. Risas. Fuego azul. Impotencia. Amor. Muerte. Odio.

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<<...se produjo un terrible accidente. En una de las múltiples curvas que llevan al pueblo Santomenato del Valle se encontró a las 01:30 de la madrugada un coche arrasado por las llamas misteriosamente. Junto al coche había un joven llorando los restos mortales de la única ocupante del vehículo siniestrado. Luego, ya más calmado, el joven informó que era su novio, y explicó lo misterioso del accidente. Habló de voces y almas de niños vagando y de una sola voz adulta, de sombras y de niebla.
Estos hechos se relacionan macabramente con un accidente que aconteció en la misma curva hace alrededor de dos años. En aquel lamentable suceso murió el conductor de un autobús escolar, junto a 38 niños de ocho años, pertenecientes a una misma clase. Dichos niños, empadronados en Ciudad _ trapo, iban de excursión...>>


(Extracto de prensa del día siguiente a la calcinación y muerte de la muchacha)

viernes, mayo 04, 2007

La estudiante

Rebusqué en la mochila las llaves mientras, mi mano izquierda sostenía la comida. Luego abrí ayudándome de mi pie. La luz del salón estaba encendida. Dejé la comida en la mesa, seguido de la mochila y la chaqueta. La vi, nos miramos y nos hubiésemos besado en los labios sino fuese por el aire.

Sentada allí entre el portátil, unos libros, un sobre, una carpeta y fotocopias. Su pelo castaño brillaba por el reflejo de la luz. Aunque sino fuese ése reflejo hubiese sido el del Sol, el agua clara de cualquier fuente o el mismo reflejo de sus ojos.

Unos ojos claros, verdes y con unas pupilas violentamente negras que ahora estaban resguardas, como hibernando, tras unas gafas. Rectangulares, negras y de pasta. Éstas estaban sujetas así, como por la magia del mejor hechicero, por una nariz pequeñita y graciosamente tintineante. Bajo la puntita de aquella nariz unas rojas fresas en las que se podía besar el campo verde. Todo ese maravilloso conjunto estaba recogido por un encantador moñito que asomaba en el blanco cuello de su camisa.

Me acerqué hasta el sofá agarré la solapa de su camisa que se formaba gracias a un descuidado botón desabrochado. Y cuando después de besar las fressr me acerqué hasta su cálido cuello ella se recostó en el amigable sofá beige hasta arroparnos los dos en sus pechos ahora duros. Mis manos se apresuraron a su fino culotte y lamieron sus piernas, las rodillas para después volar a sus ingles donde no pudieron resistirse a apretarla. En aquellos instantes un suspiro me acarició mi cuello.

Fui deshaciendo los botones con mis ardientes manos en tanto que nos amábamos con nuestras narices que se rozaban tiernamente como paseándose por aquel maravilloso paisaje. Ésas mismas traidoras que entraron dentro del fino y suave culotte para luego empezar a arder dentro del Río.

Un suspiro me empujó hacia el fondo del inmenso sofá. Y ese mismo ardiente suspiro me besó, me mordió, me lamió, me sorbió. Mis dedos no se detuvieron hasta su fino cabello que ahora parecía reflejado del rojo de mi sangre. Deshice aquella coleta que se sostenía tímidamente, temerosa de participar en todo este asunto; salió disparada cobardemente hasta el final de la Noche. Fue entonces cuando volví a ver sus rabiosos ojos verdes rodeados de una preciosa melena y sosteniendo entre sus caprichosos dedos mi Luna.

Casi sin darnos ni cuenta el culotte cayó sobre el portátil. Agotados y rindiéndonos ante nuestros órganos más vivos nos unimos lentamente deseando que ese momento perdurase en nuestro cuerpo, en nuestras cabecitas para siempre.

El dulce y entrañable Calor se apoderó de todo el salón y de la Noche para después descargar sus éxtasiantes masajes por todo nuestro cuerpo originándonos tiernos y ligeros temblores que se hacían acompañar de besos y caricias.

Asfixiados derramamos los cuerpos por el gigantesco sofá.

Absurdamente después siempre llega la impasible tranquilidad que pisotea TODO aquello fuertemente.Recuperamos nuestros cuerpos, parte de nuestras ropas y vagabundeamos sin rumbo fijo por el salón; totalmente desorientados y penitentes. En el baño refugiándome de aquel maravilloso cataclismo un elocuente chorro de agua casi estuvo a punto de recuperarme.

Abrí la puerta desde donde se veía el salón. Allí seguía el portátil, unos libros, una carpeta y fotocopias. Recogí de la mesa la comida, me senté en el sofá, al lado del portátil dejé la tartera de cartón con la comida y recogí mi arrugada camiseta.

Con la camiseta entre mis manos me recosté en lo que ahora parecía un ridículo sofá y pensé en el sobre:

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Natalia hago realidad todas tus fantasías 6549483217 500€

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No tenía hambre.