jueves, octubre 27, 2005

10:00a.m. Reunión

Reunión tras reunión estoy enfermando. En cada sala voy dejando un trozo de vida. Un cacho de mí que se parte después del portazo de un hijo de puta venido a más.

Una persona que chilla, que golpea la mesa y que se monta en cólera porqué hemos hecho aquello que él quería realizar, lo que era su magnífico plan corporativo que nosotros hemos jodido.

Voy hacía mi mesa, solo, sosteniendo un ridículo vaso de cartón con agua marrón azucarada, pero resulta tan amarga como mi existencia.

Me paro frente al ascensor, mientras remuevo agua marrón con un palo de plástico agujereado. Tan agujereado como mi corazón. Unas largas uñas negras se clavan en mi músculo y lo retuerce, lo agujerea, lo despedaza. No me duele, no siento nada. Antes llegó el callo y lo endureció. Ahora simplemente tengo alergia a los sentimientos.

Las puertas se abren, saludo y entro a formar parte de ellos. Todos somos uno. Dentro de este gigante construido de hormigón y acero, todo son camisas, pantalones, faldas, chaquetas y corbatas. Corbatas o camisas fuertemente atadas que acaban con las personas.

Ni los miro, ellos tampoco lo hacen. Llega un momento en que no nos diferenciamos. Toda la mierda acaba siendo lo mismo, mierda.

Bajan del ascensor una parte de mí. Se cierran las puertas, todos miramos hacía el techo, hacía el gran despacho del Director General, en la última planta.

Ahora salgo yo, llego a mi mesa. Abro el cajón inferior, abro mi pequeña botella de ron, acerco el vaso de cartón. La botellita se excita tanto que empieza a correrse, yo guardo todo su semen dentro del cartón. Y vuelvo a guardar a mi consolador de cristal.

Todos tienen alguna manera de evadirse dentro de este edificio. Cuándo era más joven follaba con secretarias, traductoras, traductores, auxiliares y trainees.

Ahora soy viejo, perdí todo mi atractivo cuando me casé. Sigo bebiendo y ya hace algunos años que me pajeo encerrado en un lavabo; mientras escucho a un par de tíos explicar como el uno se folló a una rubia, el otro de que forma se la mamaba la secretaria de Producción o como la encantadora mujer del Director del Departamento de Investigación y Desarrollo disfrutaba con un abundante baño de orín.

Estoy seguro que ahora mismo hay una orgía que recorre toda la estructura, en los lavabos, las salas de reuniones, polvos fotocopiados, despachos y todo acabará en un gran orgasmo, una gran explosión de fluidos.

Luego las faldas y los calzoncillos subirán, las camisas se abrocharán, un beso, un “hasta mañana” y todos tendrán la suficiente droga para soportar otro día más.

Sigo abriendo cajones y guardando las cosas.

Lo más cerca que he estado del Director General, fue en una cena de gala por el veinticinco aniversario de la empresa. Estaba solo a veinticinco largas mesas de él. Aquí estoy a treinta plantas por debajo de él.

Muchos días me giraba en mi mesa y sobresaltado pensaba que aquello que parecía caer desde arriba era el Director General. Resultaron ser cuervos, que sobrevolaban el edificio. Bien, la diferencia no era tan grande.

Guardo mi consolador de cristal en la segunda caja.

Ya está.

Me desato la corbata, cargo con mis cajas. Parece que ellos todavía sienten, me sonríen complacidos, parecen apenados, oigo algún llanto, algún abrazo. Dejo las cajas en el suelo, me giro y me despido con una forzada sonrisa alzando mi arrugada mano.

El ascensor se abre tras de mi, vuelvo a girarme, recojo las cajas y entro en el cubo.

La reunión de esta mañana, era una reunión de despedida. En esa última reunión no dejé un trozo de mi vida, solo dejé mi vida.

Ahora sentando en mi coche, pienso en las cajas, pienso en los que todavía sienten, pienso en el monstruo de hormigón y con la botellita de ron corriéndose dentro de mi boca empiezo a llorar. El alcohol empieza a deshacer el callo.

lunes, octubre 24, 2005

De repente...

Aparecí por la puerta, todo estaba oscuro, no era capaz de distinguir en el piso nada más que alguna que otra sombra; desdibujadas sombras de ceniza en las paredes y el techo, sombras que apreciaba en pensamientos como algo vago y sin profundidad. Transparencias en la oscuridad con más vida que la verdad que esconden; sombras, por un momento, renacidas ante la atenta mirada de un alcohólico en fase de euforia.

De repente.... vi a la quietud fugarse de lo estático, una sombra en movimiento, algo que te llama en susurros, que te marca el camino a base de ligeros movimientos silenciosos, que aparecen pintados, con la delicadeza de una caricia, en cualquier pared fisgona.

Entré, aún a oscuras, a la habitación, al fondo del pasillo. Parecía más espaciosa de lo que cabía esperar, sin embargo era mucho más acogedora que cualquier otra parte del piso. Pintaba, también en tonos mugrientos, las paredes, la presencia de sombras, quietas y tristes….sombras que no hablan por no molestar. Una saltaba, se movía…me llamaba.

De repente… respondí.

Cercana a mí, una voz delicada y dulce….un ángel pronunciaba palabras bellas de amor. Entendía pues que me deseaba. Por un momento creí encontrar algo más que un cuerpo. Retrocedí dos pasos tambaleándome, con una mano en la sien, como encañonándome yo mismo, la otra rebuscaba en mi bragueta…de alguna forma, creí necesario darme placer a escondidas, ante aquella oscura situación, ante aquella bonita voz perecedera.

De repente…se encendió la luz.

Ante mí, una maravilla. Mujer desnuda de bronceada tez, labios carnosos a punto para complacer, senos perversos, curvas sexys…piernas abiertas. Ya tenia la poya fuera, dura y marcando vena, a punto de explotar. Explotó. Me sentí mal una vez eyaculado, ella seguía tumbada en la cama, retorciéndose entre las sabanas, ardiente, gimiendo... gozando.

De repente…entró él.

Se deshizo ávidamente de su ropa, se lanzó sobre ella, la beso desesperadamente; por un momento creí que jugaban a ahogarse mutuamente, no separaban sus bocas, se devoraban.

Una mano empezó a descender por el cuerpo de ella, apartando de su seno izquierdo parte de la sábana que se le había enredado en el torso. Sus manos, acabando el recorrido corporal, llegaron hasta el coñito de ella. Dulce coñito acariciado suavemente, frotado con delicadeza….

Seguía estando borracho, muy borracho, la cabeza me daba vueltas y más vueltas. Seguía presenciando la escena de sexo, y el rabo me volvió a palpitar.

De repente... Volvía estar cachondo, y volvió a levantárseme la poya. Volvía estar dura como una barra de hierro, dura como estaba también la poya de él.

Inicié un toqueteo, me palpaba, me daba palmaditas, mientras él…….él se la estaba follando! Aquel chochito tan dulce, ahora parecía la boca de un túnel preparada para albergar al mayor de los expresos descarrilados. Deseaba rozar aquella piel, lamer de arriba abajo aquel cuerpo, meterla en aquel túnel, beber de su boca.

Me entró una crisis de ansiedad. Borracho, semidesnudo y erecto arremetí con lo que encontré a mí alrededor. Destrocé cualquier mueble, jarrón, silla; cualquiera de aquellas sombras que, en ausencia luz, me hicieron sentir bien.

Ellos seguían a lo suyo, como si no estuviera. Grité, me tire al suelo, golpeé mi cabeza repetidas veces contra las losas. Nada, no llamaba su atención, para ellos no existía.

Tumbado boca abajo en el suelo, escuchaba sus gemidos. Levanté débilmente la vista. Ahí seguían a lo suyo, desbocados. Yo volví a eyacular.

Cambiaron de postura. Él volvía a tener el rabo morcillón, se le fue la erección. Ella empezó a chupar, intentando levantarle otra vez el miembro. De la boca le rebosaba babilla blanquinosa y espesa.

Tras mi segunda eyaculación, quedé dormido en el suelo. Él estaba tumbado en la cama….ella entre sus piernas, de rodillas.

De repente…me empecé a marear.

Note como de los abismos de mi mente despertaba con fuerza arrolladora un torrente de materia vital, buscando salida. El sueño iba aligerando, perdía profundidad, pronto aquel torrente me despertaría. Convulsioné, retozaba de dolor…fuera pesadillas, fuera!!

De repente…el torrente vio la luz.

Una fuerte arcada me sobrevino, me despertó. A la arcada, les siguieron otras hasta que sin poder remediarlo, levanté el cuerpo de la cama quedando sentado en el colchón, y comenzaron a salir chorros de alcohol mezclado con papillitas de cualquier alimento que hubiera ingerido.

Aún con los ojos medio cerrados y con un dolor de cabeza punzante en auge, pude verla a ella. Estaba entre mis piernas acariciándome el rabo y llorando. Lloraba bañada en vomito, lloraba humillada.

No había rastro de nadie más en la habitación, todo estaba en su sitio, y en el suelo no estaba yo.

Él acabó su faena vomitando.

miércoles, octubre 19, 2005

Entrevista en profundidad

En ocasiones, puedo parecer un entrevistador en profundidad.

Un entrevistador profesional puede descubrir el perfil de una persona en una hora y con mínimos errores; de la cuál, antes de la entrevista, no sabía de su existencia.

Dije parecer, porqué en una hora y varios wiskys, es suficiente para acabar conociendo el perfil de los pezones de una chica. Y aunque siga siendo un perfil, no es lo mismo el perfil psicológico de un individuo que el perfil de unos pechos.

Después de haber estado follando durante media hora rodeados de sábanas color verde pistacho; mientras los ositos de peluche del suelo parecían indicarnos la postura que realizaremos en el siguiente acto de esta sexual obra y siempre bajo la inexpresiva mirada de Brad Pit desde su inmaculado y reluciente póster que admiraba mi peludo y blanco culo.

Ahora que pienso; entiendo la colocación del póster frente a la cama.

Supongo que su compañera y fan 2 546 744 imagina que esta siendo follada o folla, cuando se muestra mucho más activa y cariñosa, por/con su admirado Brad Pit fijándose en aquel gran trozo de papel.

Yo, en cambio, pase de mirar como el salvaje pelo descansaba sobre el colchón a maravillarme por un reloj digital que proyectaba una luz roja intensa, sobre el techo. Increíble. Entre la oscuridad, la poca sangre que regaba mi desgraciado cerebro, los colores de las paredes y el haz de luz que nos iluminaba desde el techo, creí estar en una mona y acogedora habitación de burdel. No me acordaba de lo que era follar en pisos ajenos, tampoco en el mío.

Hasta este punto ha transcurrido media hora.

Una hora antes que mi venosa polla estuviese vomitando por los mundos del látex. Yo estaba en una cafetería, una cafetería de moda. Toda la gente iba de un lado hacía otro, como si se tratase de un banco de peces, de asquerosos y gelatinosos besugos.

Estando yo en una pequeña mesa, a la vez que intentaba no perder el equilibrio sentado encima de un ridículo y alto taburete “¡Joder! Y todavía no voy borracho” pensé; apareció de entre los besugos mi amigo. Se sentó en el taburete con gran agilidad, es un chico que siempre esta a la última, hasta en los taburetes.

La conversación empezó con un:

- Tío, conozco a unas tías que están buenas y que andan por aquí. Yo tengo a una media hecha, se llama Patricia, a ver que puedes hacer con su amiga. – Y se disparó en su cara una falsa sonrisa.-

- No me apetece follar con un besugo.

- ¡¿Qué coño dices de besugo?! Si están buenas, es lo primero que te he dicho. Además, salen por la tele, ya verás como te suenan.- El gran hijo de puta volvió a disparar una estúpida sonrisa.- Se amable, así cómo tu eres con las tías. Ya sabes, ¡campeón!

Sonreí. Sabía perfectamente que mi amigo, realmente había quedado con otro colega, persona que soporta el rol de guapo: gomina y músculos. Yo era un sustituto. Ellas se acercaron, sus caras no me sonaban. Si, están buenas, morena y castaña claro bien peinadas, instintivamente pasé mi mano por mi asqueroso pelo, tejanos claros, éstos enfundaban unos culos maravillosos, zapatitos de muñeca con tacón de puta, fumaban tabaco barato.

Diez minutos.

Mi amigo continuaba mirándolas como tías buenas que salen en la tele.

Yo las veía como una abogada inteligente y agradable que intentaba como azafata tener suerte en el mundo de la televisión “es una manera de empezar”-comentó. Y una chica simpática de ojos maravillosos y que estaba estudiando comunicación audiovisual.

La conversación fue agradable, hasta que mi amigo empezó a hacer la media tarea que le restaba para el polvo. Como sucede en estos casos, las parejas que ya están concebidas desde un buen principio se autoexcluyen y deben hablar única y exclusivamente entre ellos.

Mi pareja era una buena conversadora y yo un buen bebedor, nos entendíamos. Me explicó, le expliqué, reímos.

- Eres una besugo, muy guapa

- Rió abiertamente, sin ningún tapujo- ¿Tengo cara de besugo? –haciendo una extraña mueca con sus labios- ¿O tengo cuerpo de besugo?- Y realizó unos movimientos raros de brazos y piernas, encima de aquellos putos taburetes.-

Le expliqué mi teoría de los bancos de besugos, la sociedad, las babas, etc.

Volvió a reír de forma exquisita.

Bien, yo soporto el rol de loco-payaso-simpático-borracho-gracioso-mono. Ya lo se. No intentaré una revolución social, a veces acabo follando.

- Pues a mi no me gusta el pescado-respondió.

- Me alegro por los heterosexuales, brindemos por ellos…

- ¡Por nosotros! – Y las modernas copas tropezaron entre ellas mientras nuestras miradas brindaban.

- ¿Por nosotros como parte de los heterosexuales?-pregunté.

- Sólo, por nosotros. –Y su risa volvió a explotar de su cuerpo.

Ya teníamos cierta complicidad, fue entonces cuándo empezamos a criticar a la pareja que nos acompañaba. Los papeles se habían intercambiado, ellos nos estaban acompañando a nosotros.

- Yo si fuese él ya le estaría besando y deseando…

Me besó, sus labios se apretaron fuertemente contra los míos, las lenguas salieron de su escondite y empezaron a luchar.

- Para ser un besugo, no besas mal.-Comenté.

- Tú tampoco, para ser un heterosexual.- Bajo de su taburete, nos cogimos de la mano.

- Nosotros nos vamos, esto esta lleno de besugos.- Concluyó.

“Cojones, me encanta.” Y entre los bancos de besugos, La Sirenita y el cangrejo Sebastian, consiguieron salir de la cafetería.

Pasaron quince minutos.

De una forma muy natural, acabé acompañándola a su casa, realmente, ambos sabíamos que esta noche sería en su casa. Llegamos al portal.

- ¿Tengo que decirte que subas?-me preguntó mientras estiraba de mi camiseta.

- Es que estudié en un colegio de monjas. Pasa tú primera, así te veo el culo cuando subas por las escaleras.

- Rió otra vez y me dio un cariñoso empujón.- ¡Eres un vicioso!

- Es que estudié en un colegio de monjas.

En tanto, que íbamos subiendo las escaleras, me explicó que el piso estaba en reformas y que ella no tiene cama, duerme en la habitación de su compañera de piso, de dieciocho años, que este fin de semana está fuera de la ciudad.

Pasé a la habitación de su compañera, paredes pintadas de colores y sabanas de color verde pistacho. Ella entró con una botella de wisky y un par de vasos con hielos.

Ya había pasado media hora.

El resto, ya lo sabíais.

Una hora.

Me tumbo a su vera, ella me abraza y veo el perfil de su pezón.

viernes, octubre 14, 2005

Acabar con ella

Estoy aquí;

pero podría estar en otro sitio.

Otro lugar muy diferente,

tan diferente

que esa sea la razón por la que sigo aquí.

Puede que el lugar dónde vivo

no sea el problema.


Tal vez estoy mal con mi vida,

la vida que tengo,

la vida con la que vivo.

Podría llegar a ser otra vida,

una muy alejada a la que llevo,

tan alejada,

que sea la excusa por la que sigo en ésta.


A mis amigos, los elegí.

Si los tengo es culpa mía y de ellos;

me eligieron.

Sé que si bebo,

que si fumo, si me peleo.

Ellos tienen la botella,

el mechero, la navaja.

Alguna vez, alguno de nosotros

fallamos.


El fallo siempre ha estado,

esta y estará en el mundo.

Aprendimos de los fallos,

cambiamos y reaccionaremos,

debido a ellos.

La humanidad os da las gracias.


Perder el temor

a equivocarme, a fallar;

no tengo cojones.

Jamás elegí, sin pensar

en las consecuencias.

No hablé, menospreciando

el fin.


Hoy, asesino a mi

responsabilidad.

Hoy, mato a mi

res pon sa bi li dad

sílaba por sílaba.

Hoy, estrello mi

r e s p o n s a b i l i d a d,

letra por letra

contra MI.