sábado, octubre 28, 2006

Dos soles

Al minuto después de conocerla, justo en el instante en el que por primera vez después de conocer a alguna persona nueva, la situación queda en silencio; me pregunté: ¿por qué no la conociste tú primero, so cabrón?

Ella después siguió hablando, cosas sin importancia, cuchicheos al lado del gran tormento que sacudía mi cabeza. Sentirse culpable de un hecho hace que te sientas más obligado a buscar una solución porque concibes el problema al que estas buscando solución como si en la causa del hecho tú pudieras o hubieras/eses realizar cualquier acción por la que la el fenómeno causal del problema fuera una consecuencia de aquello que por acción u omisión hiciste. Este podría ser un rayo entre la tormenta.

Sus ojos seguían iluminándome, tanto que pensé que si algún afortunado apagase las luces de todo aquello, ella seguiría iluminando toda la oscuridad. Pero la tormenta es oscuridad y la luz en la tormenta son los rayos, no sus ojos.

Sus ojos me daban luz como si de un Sol de otro planeta debido a su potencial energético alumbra casi de forma solidaria a través de años LUZ a otro sistema solar. Un sistema solar con dos soles, un sistema solar con dos ojos, un sistema solar con sus ojos.

Todo aquello que nos rodeaba seguía, no tengo ningún interés en describir el contexto, pues para mi el contexto fue ella, sino me hubiese topado con ella, no describiría el contexto porque podría ser en cualquier contexto por lo que carece de relevancia.

¿Después de las flores vienen los cardos?

Yo no la conocí primero fue otro. Es una serie que se repite casi… NO un patrón en mi vida. Una cosa externa, es un puto Director de Orquesta con un frac blanco que sostiene en la mano un pene flácido a modo de batuta, mi pene, su batuta, parece injusto y lo es.

Debo pedirle permiso hasta para acariciar mi polla flácida, es él quién me hace las pajas es por ello que no me sale tanta leche como la que a mi me gustaría. El director se encarga, incluso de descargarme. Él es quién acude ahora a las pajas sociales, a aquel grupito de colegas que tenía para pajearme y dónde dejábamos que los fluidos, papeles y toallas marcasen el transcurso fluvial de la vida: semen, flujos, sangre, aire… ¡Qué más da!

Él SÓLO lleva mi pene flácido todavía estoy orgulloso del primer día que me corrí sólo con mi celebro y las lágrimas más viscosas que nunca se me antojaron semen y me reí en la cara de ese Director de Orquesta y le dije algo así como que podía quedarse con mi pene ya no iba a dirigir más mi vida, mi poya no.

Pero la metáfora del Director de Orquesta no la entendería, tal vez si fuese jesusito cristito, entonces sería una parábola que no es más que un cuento patético aliñado con mensajes demagogos, ahh y con FE. Yo podría llegar a contar un cuento patético aliñado de demagogia, pero como cojones pongo FE, si hasta para escribirla debo cerrar los ojos; ni mucho menos podría profetizarla. La FE es algo así como un vaso de wisky puedes acudir a ella tanto que poco a poco desaparece del vaso o también puedes bebértelo después de un gran fracaso, putada hablando como en los bares, acudiendo a ella como si fuese la solución de tus problemas. Date, daros, cuenta que las soluciones las pones, ponéis vosotros, no el wisky, no la FE (con los ojos cerrados como si me estuviese corriendo, es decir, llorando).

Y entonces lloré y sus soles iluminaron mis lágrimas tanto que la cegaron a ella misma. “¿Estas llorando?”

“Es que alguien se llevó una cosa mía y una cosa que quiero no será mía.”

Fueron esas lágrimas convertidas en semen viscoso que me hicieron pensar sólo en sus tetas y en el deseo de tocarlas. Sí, acercar mi mano abierta hasta su maravillosa teta derecha, la que me era más cercana, notar su pezón diluido por poliéster, cerrar la mano y tenerla entre mis dedos, sopesarla con mi mano temblorosa.

Fue así como la tormenta se deshizo.

Una teta me salvó del amor y de algo más…un sistema solar con dos tetas.

Y es que nadie sabrá decirme nunca por qué la conoció primero.

sábado, octubre 07, 2006

Desvanecido

Se despertó de golpe, y antes de que pudiera reaccionar ya tenía el móvil en la mano. Quería ver si por la noche ella le había dejado una llamada perdida, quería ver su nombre en su móvil, en su mano, como si, de alguna forma, la estuviera acariciando. No hubo llamada perdida esa mañana, pero al menos vio su foto y fue suficiente. Recobró la vida en un sólo bostezo, que acabaría en sonrisa.

Sintió el frío del destemple del recién levantado, sentimiento que alternó con la enorme sensación de calor que hace florecer el amor. De una forma u otra, su cuerpo se estremeció, y mientras se dirigía, desperezándose, hacia el lavabo le sobrevino un escalofrío. Orinó, lavó sus manos y su cara, se miró al espejo y se guiñó un ojo dándose los buenos días.

Volvió a la habitación y se sentó en la cama. Mientras, volvió a bostezar, volvió a mirar el móvil, esperando ver esa llamada que, quizás antes se hubiera escondido, pero que en realidad, lógicamente no estaba. Volvía a estar su foto. Volvió a ser suficiente.

Se amorró a la botella de agua que le acompaña cada noche, ésa que atestigua todos y cada uno de sus desvelos, descansos, sueños y pesadillas. Y su sed y sus resacas, sobretodo. Sólo bebió una gota; estaba vacía. Por lo visto, había sido una noche larga de trago la que moría con su despertar. Ya bebería en la cocina agüita fresca; no pasaba nada.

Desayunó y bebió agua. Volvió a entrar en el lavabo. Se miró al espejo pero esta vez no se guiñó un ojo. Le petrificó sui imagen, parte de su pómulo derecho se le había desprendido, pero sin notarlo y sin dolor, siquiera sin lógica aparente. Simplemente parte de su rostro desapareció en la nada. ¿Lepra? Imposible tan de golpe, a estas alturas de siglo y en su país. En concreto en su casa. Además no había indicios de que fuera algo físico, su rostro desprendió una parte por puro misticismo. Fue darse cuanta de eso lo que le hizo ignorar el hecho, fin y al cabo era algo que él no era capaz ni de entender ni solucionar, por lo tanto lo ignoró. Salí a la calle con un pedazo de rostro inexistente. Cuando se vio en el retrovisor central de su coche, también le faltaba la parte inferior del párpado izquierdo. Y se le empezaba a agrietar la frente. Sonrió.

Conduciendo hacia el trabajo se fue dando cuenta que también le desaparecía partes de los brazos y de las manos, manchas negras por todo su cuerpo fin y al cabo, manchas profundas y sin fondo, y sin dolor. Le empezó a inquietar, tuvo la seguridad de que, en breve, desaparecería por completo. Volvió a mirar el móvil para ver si llegaba a tiempo al curro. Ahí estaba su foto.

Parte de sus manos y antebrazos volvieron a aparecer, daba la sensación de que una nube negra deambulara sobre su piel, tiznando y dejando entrever la carne como arrastrada por leve brisa, igual que toda nube se atreve a hacer con el Sol. Ahora mas que nunca quedó paralizado y asombrado de la magia que le recorría bajo la piel.

¿De dónde provenía? ¿Por qué volvía su cuerpo a ser visible tras observar a ella en la foto otra vez?

Con la cabeza llena de preguntas imposibles de responder abandonó el vehículo, se hizo con todo lo necesario para entrar a currar y se dispuso a ello. Se empezaba a encontrar mal, y bastante mareado. Como si el hecho de estar desapareciendo poco a poco afectara a su sistema nervioso y sensorial, que ahora se encontraba peligrosamente atacado.

Se desplomó en el suelo, cayó redondo. Instantes después se recompuso anonadado, pero estaba temblando. Temblaba muchísimo y frotándose un ojo se dio cuenta que había empezado a llorar.

Se sentó en el suelo, en la misma fachada de la empresa donde ocho horas al día trabajaba. Ocho horas en las que pensaría incesablemente en ella. Tiempo suficiente para desaparecer del todo.

Entró en crisis y prefirió no entrar a trabajar. Se quedaría allí sentado, acurrucado bajo la fría ventisca matutina, cavilando sobre lo que le estaba pasando. Esperaría viéndose desaparecer.

Ahora lloraba a moco tendido, incluso rompía en llanto histérico. Llenaba su corazón de la pena más profunda y la expulsaba en chorro de viva angustia a modo lágrima. Su cara la surcaban multitud de riachuelos superficiales; marcadas venas transparentes del dolor. Las lágrimas recorrían el relieve de una cara, ya casi en su totalidad, negra. Negra de vacío existencial, negra por la desesperada fuga de su ser. Sacó el móvil del bolsillo y volvió a contemplar su foto. La volvía a tener delante suyo, notando su falsa presencia y calor.

Ella, a bastantes quilómetros de allí, seguramente dormiría sin saber nada de lo que le atañía. No sabía que alguien iba a desvanecerse por su falta de amor. Ni ella ni nadie sabrían nunca el porqué de su desaparición. Quedaría en misterio sin resolución. Sería crónica negra de una muerte sin causas ni culpables.

Con el móvil en la mano volvía a reaparecer de nuevo su cuerpo, otra vez el mismo efecto de nube que avanzaba sobre su piel. Esta vez desencadenó en pura histeria, y rompió en locura lanzando el teléfono lo más lejos posible.

Con la cabeza entre las piernas, y abrazándose las rodillas quedó sollozando, esperando el momento en que nunca más nadie sabría de él. Ya sólo gemía sordamente pero sin descansar del llanto. El sollozo se iba haciendo cada vez mas leve, cada vez más fino y pausado. Cada vez con menos fuerza. Él por su parte, cada vez mas negro.

A las pocas horas, alguien se sorprendió de encontrarse tirados en la calle una camiseta, unos pantalones, unos calzoncillos, un par de calcetines, un par de botas, unas gafas, y una bolsa con un bocata. Informó a la empresa, frente la cual se encontraba todos los enseres, desparramados acera abajo por los efectos del viento. Un grupo de trabajadores salió a dar crédito a lo acontecido, y cercioraron, por conocimiento, a quién pertenecía todo aquello.

Antes era una persona, con su nombre, identidad, peso, estatura, sonrisa y mirada. Ahora sólo era mística brisa de espíritu y alma vagante.

Quizás, mas tarde, alguien daría con el teléfono móvil, y vería en el su foto. Su foto.

A cierta distancia, en ese mismo instante, ella se despertaría para empezar su nuevo día llena de ilusión. Nunca sabría que pasó mientras dormía.