sábado, octubre 07, 2006

Desvanecido

Se despertó de golpe, y antes de que pudiera reaccionar ya tenía el móvil en la mano. Quería ver si por la noche ella le había dejado una llamada perdida, quería ver su nombre en su móvil, en su mano, como si, de alguna forma, la estuviera acariciando. No hubo llamada perdida esa mañana, pero al menos vio su foto y fue suficiente. Recobró la vida en un sólo bostezo, que acabaría en sonrisa.

Sintió el frío del destemple del recién levantado, sentimiento que alternó con la enorme sensación de calor que hace florecer el amor. De una forma u otra, su cuerpo se estremeció, y mientras se dirigía, desperezándose, hacia el lavabo le sobrevino un escalofrío. Orinó, lavó sus manos y su cara, se miró al espejo y se guiñó un ojo dándose los buenos días.

Volvió a la habitación y se sentó en la cama. Mientras, volvió a bostezar, volvió a mirar el móvil, esperando ver esa llamada que, quizás antes se hubiera escondido, pero que en realidad, lógicamente no estaba. Volvía a estar su foto. Volvió a ser suficiente.

Se amorró a la botella de agua que le acompaña cada noche, ésa que atestigua todos y cada uno de sus desvelos, descansos, sueños y pesadillas. Y su sed y sus resacas, sobretodo. Sólo bebió una gota; estaba vacía. Por lo visto, había sido una noche larga de trago la que moría con su despertar. Ya bebería en la cocina agüita fresca; no pasaba nada.

Desayunó y bebió agua. Volvió a entrar en el lavabo. Se miró al espejo pero esta vez no se guiñó un ojo. Le petrificó sui imagen, parte de su pómulo derecho se le había desprendido, pero sin notarlo y sin dolor, siquiera sin lógica aparente. Simplemente parte de su rostro desapareció en la nada. ¿Lepra? Imposible tan de golpe, a estas alturas de siglo y en su país. En concreto en su casa. Además no había indicios de que fuera algo físico, su rostro desprendió una parte por puro misticismo. Fue darse cuanta de eso lo que le hizo ignorar el hecho, fin y al cabo era algo que él no era capaz ni de entender ni solucionar, por lo tanto lo ignoró. Salí a la calle con un pedazo de rostro inexistente. Cuando se vio en el retrovisor central de su coche, también le faltaba la parte inferior del párpado izquierdo. Y se le empezaba a agrietar la frente. Sonrió.

Conduciendo hacia el trabajo se fue dando cuenta que también le desaparecía partes de los brazos y de las manos, manchas negras por todo su cuerpo fin y al cabo, manchas profundas y sin fondo, y sin dolor. Le empezó a inquietar, tuvo la seguridad de que, en breve, desaparecería por completo. Volvió a mirar el móvil para ver si llegaba a tiempo al curro. Ahí estaba su foto.

Parte de sus manos y antebrazos volvieron a aparecer, daba la sensación de que una nube negra deambulara sobre su piel, tiznando y dejando entrever la carne como arrastrada por leve brisa, igual que toda nube se atreve a hacer con el Sol. Ahora mas que nunca quedó paralizado y asombrado de la magia que le recorría bajo la piel.

¿De dónde provenía? ¿Por qué volvía su cuerpo a ser visible tras observar a ella en la foto otra vez?

Con la cabeza llena de preguntas imposibles de responder abandonó el vehículo, se hizo con todo lo necesario para entrar a currar y se dispuso a ello. Se empezaba a encontrar mal, y bastante mareado. Como si el hecho de estar desapareciendo poco a poco afectara a su sistema nervioso y sensorial, que ahora se encontraba peligrosamente atacado.

Se desplomó en el suelo, cayó redondo. Instantes después se recompuso anonadado, pero estaba temblando. Temblaba muchísimo y frotándose un ojo se dio cuenta que había empezado a llorar.

Se sentó en el suelo, en la misma fachada de la empresa donde ocho horas al día trabajaba. Ocho horas en las que pensaría incesablemente en ella. Tiempo suficiente para desaparecer del todo.

Entró en crisis y prefirió no entrar a trabajar. Se quedaría allí sentado, acurrucado bajo la fría ventisca matutina, cavilando sobre lo que le estaba pasando. Esperaría viéndose desaparecer.

Ahora lloraba a moco tendido, incluso rompía en llanto histérico. Llenaba su corazón de la pena más profunda y la expulsaba en chorro de viva angustia a modo lágrima. Su cara la surcaban multitud de riachuelos superficiales; marcadas venas transparentes del dolor. Las lágrimas recorrían el relieve de una cara, ya casi en su totalidad, negra. Negra de vacío existencial, negra por la desesperada fuga de su ser. Sacó el móvil del bolsillo y volvió a contemplar su foto. La volvía a tener delante suyo, notando su falsa presencia y calor.

Ella, a bastantes quilómetros de allí, seguramente dormiría sin saber nada de lo que le atañía. No sabía que alguien iba a desvanecerse por su falta de amor. Ni ella ni nadie sabrían nunca el porqué de su desaparición. Quedaría en misterio sin resolución. Sería crónica negra de una muerte sin causas ni culpables.

Con el móvil en la mano volvía a reaparecer de nuevo su cuerpo, otra vez el mismo efecto de nube que avanzaba sobre su piel. Esta vez desencadenó en pura histeria, y rompió en locura lanzando el teléfono lo más lejos posible.

Con la cabeza entre las piernas, y abrazándose las rodillas quedó sollozando, esperando el momento en que nunca más nadie sabría de él. Ya sólo gemía sordamente pero sin descansar del llanto. El sollozo se iba haciendo cada vez mas leve, cada vez más fino y pausado. Cada vez con menos fuerza. Él por su parte, cada vez mas negro.

A las pocas horas, alguien se sorprendió de encontrarse tirados en la calle una camiseta, unos pantalones, unos calzoncillos, un par de calcetines, un par de botas, unas gafas, y una bolsa con un bocata. Informó a la empresa, frente la cual se encontraba todos los enseres, desparramados acera abajo por los efectos del viento. Un grupo de trabajadores salió a dar crédito a lo acontecido, y cercioraron, por conocimiento, a quién pertenecía todo aquello.

Antes era una persona, con su nombre, identidad, peso, estatura, sonrisa y mirada. Ahora sólo era mística brisa de espíritu y alma vagante.

Quizás, mas tarde, alguien daría con el teléfono móvil, y vería en el su foto. Su foto.

A cierta distancia, en ese mismo instante, ella se despertaría para empezar su nuevo día llena de ilusión. Nunca sabría que pasó mientras dormía.

8 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Esto podría ser algo así como el cuento del amor:

Antes, era una persona, con su nombre, identidad, peso, estatura, sonrisa y mirada.
Luego, éramos dos, con besos, sin identidad, sin peso ni estatura, sólo miradas y sonrisas.
Ahora sólo era mística brisa de espíritu y alma vagante.
Antes del portazo dijo que se llamaba Amor.

-FIN-

Y es que el Amor cuando se apodera de algún/a incaut@ es capaz de inflarte como una preciosa y roja colchoneta hinchable en un océano.

Después y siempre en el peor momento sólo quedan COSAS, unas zapatillas, unos discos en la estantería, unos calzoncillos en el cajón, un cepillo cerca de tú cepillo, un pelo en la sábana….
Y siempre uno de ellos no se da cuenta de que todo esto haya sucedido y se pregunta ¿por qué?

Creo que uno de los relatos más emotivos y sentidos que te he leído, el cobarde siempre es el amor NO las personas.

5:51 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Nunca un cuento tan escueto tubo tan poca prisa por acabar. son dos linias (por asi decirlo) que resumen el relato de fin a principio, i aun te keda sitio pa puntualizar i plasmar el Amor como simple portazo; cosa k para todos ace muxo ruido, no nos pasa desapercibido pero nos sentimos aliviados una vez pasado.

Nunca antes yo (colchoneta roja) estubo en un MAR (u oceano) tan bravo. por suerte nunca dio tiempo a dejar esas cosas materiales de las k me ablas, si no ara seria un naufrago a la deriva perpetua bajo olas ke lejos de matar solo me ahogan, por desgracia.

Creo en tus palabras, pero desde ayer, pasando por oy, asta mi infinito, are caso al corazon. Siempre, aunke se ekivoke.

Bajo su influencia sere un cobarde de amor.

6:27 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Me ha encantado, pero me ha dejado destrozada.
Malditas esas cosas, están por todas partes.

8:15 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Pa destrozado kien lo escribe. Pura i dura realidad makillada de la mas valiosa fantasia espiritual.
tu lo as dixo esta por todas partes, como negra luz volatil de ser desarmado que dembula fugaz destellando a todos y cada uno de los rostros existentes alrededor.

Weno, k malegro de tu comment, de aber coseguido emocionar de alguna forma a quien lo lee; en este caso, tu.

PD: Voy muuuuuuuy borracho!

6:03 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Bueno, que te voy a decir. Muchas cosas sabemos tu y yo que cuestan remediar. Aunque vaya nuestra vida en el intento. Y es que sentir una cosa tan intensa por una persona en especial, no solo te destroza y te deja divagando sin rumbo alguno, sino que te hace vivir la guerra más cruel que uno pueda imaginarse. Despertar día a día con esa persona en la mente (o móvil), encontrándotela detrás de cada esquina, de cada puerta, de cada puto movimiento de nuestro cuerpo, cuando la espera se hace eterna, cuando cada minuto se hace una eternidad. Y ese dolor de barriga tan intenso cuando estás frente a ella, entran ganas de apagar el infierno y quemar las nubes del cielo. Gracias por este gran texto, el cual me hace pensar que no estoy solo en este eterno purgatorio.

12:41 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Ke decir que no se haya escrito por mi en la redaccion y por ti en tu comment k por redaccion pasaria.

Sin palabras cuando el corazon ahoga.
Y si...por eso nos purgamos mas de uno.

11:44 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Veryyyyyyy!
He tardao pero por fin he leído tu última obra del muro...todos los que te han puesto comentarios llevan razón. Almenos el Juanjo con akello de que es un cuento de un enamorado...si bueno, es una tonteria enamorarse pero a ver kien es el listo q nunca hace tonterias???!! ojalá todas las tonterias fueran como esta! aunk vayamos desvaneciendo...tarde o temprano acabamos consumidos por algun aspecto en la vida, más vale que sea por amor, no?
Como siempre Very, ya sabes mi opinión (preciosa)!
MUAK

5:00 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Jaja, me gusta el juego de metáforas. Uno al final no sabe si estás hablando de una obertura, de una abertura o de un simple encoñamiento.

5:30 a. m.  

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