jueves, octubre 21, 2010

dentro del dedal

me castigué haciéndome recoger cada uno de sus pelos de nuestra cama uno a uno con una diminuta y oxidada pinza. cuándo incluso los relojes dejaron de funcionar aburridos por el paso del tiempo...
dejé aquella pequeñita bolita de pelo acurrucada en un dedal. esa noche me levantaron el amargo castigo.

me lancé como un náufrago suicida contra la noche.. recuerdo... una partida de billar parecida a una partida entre pacientes con déficit de atención a lisas y pacientes con pérdida de memoria a rayadas: agradable y humildemente distendida.
después, luces apagadas, música y.. ¿puede qué ácidos... al rato, mordiscos en el cuello, sangre en los labios y amaneciéndo así, decidí castigarme de nuevo. no volver a entrar a otra cama..

abandoné un par de sujetadores, un tanga, en el que flotaban, allí.. lejos... donde el diminuto trozo de tela; la lengua de los rolling stones, creo que había medias o mayas y todavía me golpea en el seso, ese culotte finísimo como el aire, derritiéndose por dentro...

como una planta en una salita durante el verano, secando, partiéndome a pedazos, abandonada.. así me tomé un dulce café frente a la pared de la cocina, con el cenicero hablándome concienzudamente...me levanté, agarré la pinza de nuevo, destapé otro trocito de sábana y en aquel minúsculo trozo de almohada seguí recogiendo sus pelos..

(nda: tuve que cambiar la contraseña... maldito el tiempo)

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viernes, octubre 08, 2010

Absurda historia de la vecina en el cajón

Cuando me acerqué lo justo como para tocarlo, desapareció. Acto seguido la casa empezó a crujir y a agitarse violentamente. Era como si aquella nebulosa negra aparecida de la nada hubiera desencadenado un gran terremoto de paredes para dentro. Asustado, me escondí debajo de mi cama hasta que cesó el estruendo y todo pareció volver a la normalidad. Salí de mi refugio improvisado y comprobé el estado de la casa. Sorprendentemente, me lo encontré todo en su sitio, bien colocado, sin indicios de que por allí hubiera pasado catástrofe alguna. Suspiré aliviado, -menos mal- pensé. De pronto, el timbre de la puerta sonó; alguien llamaba.

- ¿Hola, hay alguien en la casa? – se escuchaba de forma amortiguada- ¿Holaaaaa?

- Buenas tardes, Dolores. ¿Qué le trae a visitarme? – respondí al abrir la puerta. Era la vecina de la casa a la izquierda de nuestra fachada.

- Bueno…he escuchado ruidos…y me quería asegurar de que no pasaba nada.

- ¡Nada, tranquila! ¡Aquí todo esta muy bien! ¡Pase y lo verá! ¿Quiere un café?

La vecina aceptó la invitación y accedió a la casa. Observaba la estancia lenta y asombradamente, como si tuviera la certeza de que algo como un cubo o un ladrillo le fuera a golpear o a caerle encima cuando diera un paso. Todo bien.

Fue cuando se cerró la puerta que todo empezó a suceder. La vecina empezó a menguar en tamaño, y tanto a ella como a mi se nos heló la sangre al contemplar lo que sucedía. Ella entró en ataque de pánico y salió corriendo. Parecía que estuviera viviendo un pasaje de un libro de fantasías, o una escena de película. Irremediablemente, me vino a la mente la imagen de Alicia cuando bebe de la poción en el País de las Maravillas.

Estuve persiguiendo a mi liliputiense vecina por toda la casa con la intención de calmarla, puesto que ni yo sabía lo que había sucedido ¿Qué sería ese pequeño agujero negro que provocó los temblores? Supuse que ambas cosas iban relacionadas.

Tenía que dar con ella. Abría armarios y la veía salir corriendo hacia otro escondite, afanada en ocultar su nimio culo. Era casi imposible de alcanzarla, teniendo en cuenta que cualquier gesto que hiciera la podría herir gravemente. Paré de buscarla, con la idea de que se relajara y que saliera, tarde o temprano, ella sola. Caí en un profundo sueño y con él despedí de la tarde-noche hasta el día siguiente.

Hoy, cuando me he despertado del sueño, lo que había sucedido el día anterior me venía a la mente de forma confusa, entre la realidad y la imaginación ¿Había sucedido en verdad?

Rascándome la entrepierna y aún bostezando, entro en la cocina para prepararme un bocadillo de desayuno. Abro el cajón del pan y ¿que me encuentro? ¡Otra vez la vecina! Ésta aún duerme y resopla ronquidos, y tiene una rebanada de molde debajo de su cabeza a modo almohada.

La despierto y está mucho más serenada. Consigo explicarle lo del pequeño vacío negro que descubrí en la casa y de como toda la locura se desató a raíz de que éste desapareciera.

Al acabar la explicación, en gesto inconsciente, miro por la ventana. Quedo petrificado al ver un cielo totalmente limpio, como si estuviera mirando por la ventanita de un avión en mitad de vuelo. Al asomarme bien veo que toda la ciudad queda a la altura de los cimientos de mi casa. ¡Se ha alterado mi micro-universo! ¡Mi casa ha sido sobredimensionada! ¡Y yo también! Entonces…. ¿Qué pasa con la vecina?, ¿significa eso que su tamaño menguó de forma relativa y no real? Seguro que sí.

Llevo rápidamente a mi vecina a la puerta y cuando abro de nuevo, los mundos vuelven a homogeneizarse en tamaños, y mi vecina sonríe aliviada. La pesadilla ha terminado, vuelve a su mesura relativa inicial. Veo como corre hacia su puerta y como se encierra.

¿Qué pasa entonces conmigo y mi casa? ¿Qué explicación se le puede dar a tal irreal locura? Me parece que me acabo de comer una galaxia. ¡Haber quién digiere eso!

domingo, noviembre 08, 2009

En el camino

A medida que iba avanzando, el campo parecía hacerse más y más grande. Todo a su alrededor no era más que pastos de hierba amarillenta y reseca que recubrían una extensa planicie adornada con ligeras dunas. Éstas armonizaban y daban silueta a tan desértico terreno.

Se preguntó cuanta distancia le quedaba aún por recorrer para llegar a donde debía. Desesperanzadoramente, supuso que aún no se había acercado, ni de lejos, a la mitad del trayecto. Para más inri el Sol parecía estar bostezando, y derramaba sombras sobre el campo. Las sombras cada vez eran más largas, y el camino se le antojaba eterno.

Comenzaba a sentirse cansada y con los pies destrozados de caminar por un terreno plagado de pequeñas piedrecillas que castigaban sus plantas al pisar. Aparte, los matojos secos del campo le iban rozando en la parte de los tobillos, donde la malla elástica que vestía no alcanzaba a cubrir la carne. De leve molestia, el roce paso a ser un verdadero problema, pues ya vislumbraban pequeñas gotitas rojas asomando de los múltiples arañazos. Poco a poco ese malestar de las plantas y los tobillos le fue aumentando y subiendo hacia las rodillas, volviendo sus pasos cada vez más enclenques y desgarbados.

Notaba también como la garganta se le secaba y le pedía agua. Se había descuidado de coger una botella de mano para el camino. Nunca hubiera imaginado que fuera un trayecto tan largo, así que obvió cargar con el líquido vital. Eso sí, lo último que hizo antes de emprender el camino fue rendirle cuentas a la garrafa, llenando hasta cuatro vasos, y bebiéndolos uno tras otro. Ahora daría lo que fuera por al menos otro vaso mas de aquel agua mineral que dejó atrás.

Por desgracia, no sólo le inquietaba la sed y el dolor de las piernas, también empezó a preocuparse mucho por la brisa fresca que parecía avisarle de que pronto vendría el frío con sus cuchillas invisibles.

Se encontraba en una situación que si no daba pronto con el lugar al que se dirigía, sólo podía ir a peor. Estaba angustiada, y se sorprendió gritándole a la inmensidad en un arrebato de furia y frustración enloquecedora. Ese tipo de comportamiento sólo ayudaba a empeorar la sequedad de su garganta, pero, aún así, algo dentro de ella hizo que se sintiera aliviada, como si hubiera recibido una fugaz inyección de vitalidad.


Pasó una hora, y dos y tres horas más, y fue consciente de que ya no le quedaban fuerzas para seguir. Ahora el dolor era agudo y penetrante en las extremidades inferiores. Se le habían hinchado las piernas de rodillas para abajo, y sus pies mostraban la grotesca imagen de verse hacinados en la estrechez de las zapatillas, con unos tobillos que parecían rebosar de la hinchazón. Sus labios también se mostraban inflados y muy colorados por la sed y el frío. No podía abrir ni la boca de lo seca y áspera que la tenía, y un hambre intensa le estiraba el esófago hacia abajo, provocándole dolorosos pinchazos en la panza. De pronto, se desmayó y su cuerpo helado y agotado cayó al suelo cuan largo era. Desfallecida aún tiritaba en la tierra, y se revolvía en espasmos que, poco a poco, fueron mitigándose hasta apagarse del todo.

Simplemente no pudo más, y la noche la engulló, acurrucándole con una fina manta perlada de escarcha bajo la que descansaría por siempre jamás.

Aquél fue el lugar que el destino eligió para ella, el lugar de su muerte; y es que siempre morimos a mitad de camino.

domingo, agosto 16, 2009

Noche inesperada (II)

Parte I: El desierto

Perdido en el medio del desierto. Ahí me dejaron. Ahí me quedé. Alrededor, cielo y tierra. Nada más. Y no me parecía del todo mal.
Pero llegó la hora de partir. La hora de encontrar nuevos mundos. Existían. Los había visto, los había habitado. Y los había soñado.
¿Qué camino tomar? ¿Importa cuando estás en medio de la nada? Yo preferí caminar... sin rumbo. Libre. Con pocos recursos, pero usándolos con eficiencia. Sobreviviendo.
Así empezó mi viaje, siempre con la misma canción sonando en mi
cabeza. Cayó la noche. Al instante, me sumí en un profundo sueño...

lunes, julio 16, 2007

Noche de inspiraborrachera

Desde unos ojos azules que me propinaron una patada en el más profundo de mis cojones. No pude soportar otra mirada desde otra mujer similar. Era recordar su olor, su perfume y su camisa amarilla que no puedo pensar en otra cosa que no sea su ser, su estar, su sentir.

Fue entonces cuando descubrí algo más que el sexo, la pasión, desde entonces que no puedo parar de rememorar sus risas, sus sonrisas, sus mejillas sonrojadas, su dulzura.

En la noche clara de un verano asfixiante no puedo más que recordar tu aliento, no puedo más que sentirte dentro, no puedo más que imaginarte dentro de mi ser, de mi espíritu. Entonces los relojes sonaron desde los más altos campanares para poder dedicar mi amor al cielo, a cualquier dios, me dije:”que cojones:; es mirarla, es sentirla, es olerla y no me quiero pajear.”

Deseo sentarme con ella, emborracharme con ella, sentir con ella, hablar con ella y cuando las dos miradas se cruzan en una dulce noche de verano explotar nuestras miradas como si se tratase de un perfecto castillo de fuegos artificiales en cualquier playa del levante.

En cualquier noche de verano; en cualquier sitio de entre tu melena negra.

Y descubrí la sencillez en tu gesto, en tu clara espontaneidad, en tus ojos azul primates que a sobreactuar me obligan, a saber y no conocer más que lo que tus labios sabios de alegría opresora, a tus palabras quietas de soberbia que me rodean.

Ya sabes, soñé con tu pelo, con los largos hilos de negrura expresa ke me alegran y me rodean en fases superiores a lo que nadie vio.

Rodeé mis ojos inertes con la expresión de saber que reparte tu firma, tus ojos y tu mente, tus labios y tus piernas. Piernas que solas andan, que soplan al viento mientras éste se ronea en su sino.

Y con equivocación o no, supuse roto tu corazón, no sin razón, sinó con mi imaginación. Tumbé a tu mente con un verso deprimente.’ Te necesito!’- te dije. Y tu me dijiste: ‘Anda y vístete’. No sentí humillación superior a la que me diste, desnudo y enamorado me dejaste con los pies mojados de espanto y luz cegadora. Por eso ahora rompo en silencio las palabras que hiciste tuyas habiendo salido de mi boca. Razón por la cual ahora, y en desconsuelo mi alma llora.

Y en esta oscuridad del sexo, cuando me vestía con una de mis mejores galas no pude más que decirte, te he dado todo lo que tengo, todo lo que ofrezco. Tú me mírastes meláncolica, lacónica, desde aquella cama arrugada y ansiada me penetrastes, me asesinastes. No pude dejar de pensar en ti, en tus ojos azules, en tu coño rasurado, e imaginarme que en nuestra propia oscuridad nos amábamos, por que no, nos queríamos. Entonces imaginé tu feliz rostro hablándome de un futuro, hablándome de un mínimo común múltiple, entonces huí. Corrí por las calles desiertas de las desiertas calles, de las oscuras ahora calles sin tu presencia. Penetrarte analmente y con mi pequeña pollita llegar hasta tu corazón, hasta tus propios sentimientos, para acabar mirandote a tus ojos azules y decir:”TE quiero”.

En la soledad de la grande ciudad pisoteaba fuertemente el duro cemento que me separaba de tu alma, de tus pezones, de tu mirada, de tus labios. Y pensar que algún día follé con ellos, y que algún día nos miramos a los ojos entonces comprendimos que el sexo era más que follarnos; nos mirábamos y tan sólo con eso nos corríamos en nuestros sofás mientras la televisión gritaba noticias horribles, noticias sin sentido en un mundo que para nosotros, por nosotros y gracias a ti, tenía algo más de sentido mirándote a tus infinitos y largos ojos azules, tú mirabas unos ojos borrachos miel.

Tu seguías sin creernos, te reías, pero los dos estábamos enamorados de tu sonrisa, de tu mirada, hasta de tu cuerpo. Una noche de sinceridad alcoholizada tus labios hablaron por ti, te acercástes, casi te me susurrastes al oído, sin vosotros mi vida no tiene sentido. Sois los dos la mente y el sexo, el cuerpo quién dais sentido a mi humilde vida antes de llegar a este pueblo, antes de llegar a mi vida.

Hacía mucho tiempo que no miraba a los ojos para follar. Hacía mucho tiempo que no acudía a una mirada para poder correrme. En una etapa de nuestra edad madura, dejemos atrás nuestros resentimientos, nos mostramos desnudos ante el espejo de la sinceridad y follamos inexpertos delante de la inocencia; luego nos abrazamos fuertemente, tanto como si que nos separásemos el mundo entraría en el segundo big bang, tanto como si no existese otro mundo sin rozarte, otro mundo sin sentirte.

Entonces fue cuando tuve ganas de ti, ganas de deleitarme con cada poro de tú pìel, sin amarte, sólo en una silla explicándome tu día, tu trabajo, luego nos follaremos pero, por encima del esperma, sangre o lágrimas quedará algo que algunos llaman amor, otros atracción y yo humildemente llamo reconocimiento ante una diosa.

Algunos saldrán huyendo, otros aullando, otros cantando, otros borrachos. De entre todos esos yo saldré enamorado, inocente como nunca antes, como nunca siempre. Sus ojos azules me siguen adentrando en su universo, en sus sentimientos. Cuando crees que una mujer te gusta, piensas en apuntar y llegar hasta su corazón para estar dentro y con tus diminutos dedos de duende intentar hacer correr a esa dama de melena negra, de tímida mirada.

Y una vez que las babas y las corridas lleguen hasta las sábanas horrendas y morbosas de la cama, seguir mirándola, seguir amándola sin desear otro porro, tan sólo deseando otra mirada picara, la misma que líneas antes, la misma que frases antes, la misma que hombres antes. Y volver a besarnos, a lamernos como cachorros en la camada, como febrero en invierno.

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Esto fue escrito alguna noche durante una borrachera por Verioso y H_R.
Resulta extraordinario que algo tenga sentido.

jueves, mayo 17, 2007

La curva

Sonó el teléfono móvil que estaba encima de la mesa. Alargó el brazo desde el sofá, con pereza; como si lo agotara profundamente el esfuerzo. Miró el nombre y vio que era su novia quien lo llamaba.
- ¡Hola cariño! ¿Cómo estás? – Saludó ella.
- Bieeeeeeen. Aquí, en el sofá, viendo una peli. Me estaba quedando dormido… – dijo con voz desganada, pero con ese tonillo lastimoso y tierno con el que se hablan las parejas. - ¿Qué estás haciendo tú?- Continuó él sin dar tiempo a que respondiera ella con algo.
- Voy hacia tu casa, estoy en las curvas que llevan a tu pueblo. Nada….a cinco minutos. ¡Sorpresa!
Ambos rompieron en carcajada, cómplices en la entrañable imbecilidad que otorga el amor.

- ¡CÓMO ESTÁ SEÑORITA! ¡YO LLEVO A ESTOS DE PASEO! – Tronó una voz dentro del coche. Ella, presa de pánico, empezó a chillar de forma histérica; y cuando giró la cara y vio la persona que tenía en el asiento del copiloto, se le revolvió el estómago y vomitó.
Desparramó gran cantidad de vómito rojizo en las faldas de aquella persona que acababa de aparecer a su lado.
- ¿Qué pasa? ¿Qué pasa ahí? ¿¿Estás bien?? – Gritaba el novio desesperado, en el otro lado de la línea telefónica.
Ella seguía chillando. Desgarraba su garganta a cada uno de los apasionados chillidos, que desplomaban en agria tos. No atendía a lo que el le decía. Soltó el móvil, que cayó a sus pies.
- ¡Es rojo, rojo! ¡Rojo! ¡ROJO! ¡La sangre es roja! ¡Tus vómitos son rojos! ¡ROJOS!- gritaba el extraño. Reía mucho. Ella lloraba.
- ¡CUIDADO CON LA CURVA!- Gritó el extraño, y luego se esfumó en la nada. En el último instante, que ella miró a los ojos de aquel ser, vio miedo. Vio mucho miedo. Y luego….la curva.
Al llegar a dicha curva, el coche paró en seco. Paró solo.
Ella con lágrimas en los ojos, anonadada, vio como la noche se cubría de niebla, que a la vez rodeaba su coche. Estático él, en mitad de la carretera. A tres minutos de llegar a casa del novio. Solo. Solos. Y ella volvió a llorar amargamente.
De pronto, alrededor del coche, por entre la niebla, empezaron a emerger decenas de pequeñas sombras sonrientes. Eran negras y espesas, pero de mirada clara y embelesadora sonrisa.
- ¡Juega con nosotros! ¡Vamos a divertirnos! ¡Vente de excursión con todos nosotros!- Las sombras tenían voz de niños. Eran todas almas de niños.
De repente el coche empezó a elevarse, acolchonado por la niebla. Espesa niebla que reflotaba el coche a dos metros del suelo.
Las almas se agolpaban en la carrocería del coche, dando pequeñas sacudidas. Eran como latidos, pero a destiempo y alborotados. Se sentían golpes hasta por debajo del vehículo. Cada vez se iban haciendo más fuertes y agresivos.
- ¿Qué es esto, por dios? ¿Porqué a mí?- Miles de preguntas le rondaban la mente. Su estado era lamentable, rozando la locura senil. Entraba en un viaje mental sin retorno.
- ¡Por favor, respóndeme!- Sonó desde el móvil. El novio seguía allí, tras el teléfono. Él también lloraba impotente ante la situación.
Ella reaccionó con la voz, y rebuscó por el suelo del coche su móvil, hasta dar con él; y habló con su novio.
- Tengo mucho miedo- lloriqueaba al aparato- ¡Me rodean! ¡Por todos lados, por arriba y por abajo! Me están destrozando el coche… ¡QUIEREN ENTRAR!
- ¡Llévanos! ¡Por favor, vente con nosotros, llévanos!- Seguían vociferando las pequeñas almas.
- Me hablan... – Continuó ella, sollozando al teléfono. ¡¡Me estoy volviendo locaaaaaaaa!!- Finalizó.
De golpe, y antes de que siquiera acabara ella la frase, la llamada se cortó y el móvil se apagó.
El chico cogió sus llaves, y rápido se dirigió a su coche y fue hacia dónde ella se encontraba. Debía de estar justo en la entrada del pueblo, no mucho más lejos.

- ¡Déjanos entrar! ¡Por favor! ¡Hace frío! ¡Y tenemos hambre! ¡Te pareces a mi mami! ¡Hambre!- Flotaban palabras fuera del vehículo. Palabras que salían de las boquillas de aquellas pequeñas almas cenicientas.

Por las juntas de las puertas empezaban a vislumbrarse sombras que pretendían entrar. El armazón de su coche empezaba a ser quebrado. Pronto conseguirían entrar.

Así fue, que mientras en la total histeria en que ella se encontraba, que golpeaba a todos lados como queriendo hacer frente a los invasores, aquellos seres consiguieron al fin internarse.
Entró en convulsión y perdió la razón. Su cuerpo quedó tieso y palpitante, y las sombras hambrientas se lanzaron sobre ella.
Ahora sus facciones angelicales ofrecían un aspecto demoníaco, fulminante y oscuro.
Clavaron sus fauces por todo el cuerpo de la dulce muchacha paralizada. Se alimentaron de ella; robándole la vida.
Ya saciados, se fueron alejando poco a poco. Pronto quedaría el cuerpo solo de la muchacha. Inerte, sin expresión. Cuerpo frío y desolado.

- ¡Pobrecilla! ¡Ya tampoco os podrá llevar ella de excursión! – Exclamó, reapareciendo de esa forma, la persona que surgió antes dentro del coche. Como en la ocasión anterior, volvió a salir de la nada.- ¡Quemémosla! ¡Que arda con nosotros en la desdicha! ¡Como alma en pena! ¡¡FUEGO!!-.

En el mismo instante que aquel ser pronunciaba las palabras el coche, y ella en su interior, ardían devorados por enormes llamas; alimentadas de misticismo espiritual. Las llamas tornaban de verde a azul. No eran simples llamas rojas comunes; tenían personalidad, como si algún tipo de ser superior les guiara en su afán destructor. Eran voraces.

El novio, ya en su auto y en carretera, ni de lejos sabía con lo que se encontraría. Giró una curva, dos. Otra más, y clavó en seco los frenos. Quedó boquiabierto. Ante él: un coche a dos metros del suelo, envuelto en llamas azuladas; el coche de su novia. Y sombras, vio sombras burlonas y escurridizas que se alejaban del lugar. La niebla, hasta ahora envolvente, empezaba a disipar.

Pasaron minutos. Bastantes minutos hasta que el tipo no salió de su asombro. Surcaban su cara regueros de lágrimas, y su gesto, de impotencia descomunal, imploraba despertar de la pesadilla.
Del cielo cayó súbitamente el coche, esparciendo herrumbre y trozos de material calcinado en el momento del impacto contra el asfalto.
Fue en ese momento cuando cambió su cara, y salió rápidamente de su coche para comprobar el estado de su compañera sentimental.
Vio un cadáver irreconocible, y se derrumbó. Como banda sonora de la propia desolación, se oían risas apagadas y tímidas, provinentes de alrededor. Las pequeñas criaturas los observaban disfrutando.
Al muchacho le pudo un arrebato de flaqueza, que lo dobló de rodillas en el suelo, frente al cuerpo achicharrado de su querida.
Así, en esta posición, llorando compulsivamente quedó; hasta que otro conductor vio la escena y llamó a las autoridades. Luego se acercó al chico, que destrozado, ni siquiera levantó la cabeza para mirar quien le hablaba.
A las pocas horas toda la zona la rondaban agentes de la ley y del servicio público. Él siguió llorando; sin olvidar. Jamás olvidaría.
Sombras. Risas. Fuego azul. Impotencia. Amor. Muerte. Odio.

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<<...se produjo un terrible accidente. En una de las múltiples curvas que llevan al pueblo Santomenato del Valle se encontró a las 01:30 de la madrugada un coche arrasado por las llamas misteriosamente. Junto al coche había un joven llorando los restos mortales de la única ocupante del vehículo siniestrado. Luego, ya más calmado, el joven informó que era su novio, y explicó lo misterioso del accidente. Habló de voces y almas de niños vagando y de una sola voz adulta, de sombras y de niebla.
Estos hechos se relacionan macabramente con un accidente que aconteció en la misma curva hace alrededor de dos años. En aquel lamentable suceso murió el conductor de un autobús escolar, junto a 38 niños de ocho años, pertenecientes a una misma clase. Dichos niños, empadronados en Ciudad _ trapo, iban de excursión...>>


(Extracto de prensa del día siguiente a la calcinación y muerte de la muchacha)

viernes, mayo 04, 2007

La estudiante

Rebusqué en la mochila las llaves mientras, mi mano izquierda sostenía la comida. Luego abrí ayudándome de mi pie. La luz del salón estaba encendida. Dejé la comida en la mesa, seguido de la mochila y la chaqueta. La vi, nos miramos y nos hubiésemos besado en los labios sino fuese por el aire.

Sentada allí entre el portátil, unos libros, un sobre, una carpeta y fotocopias. Su pelo castaño brillaba por el reflejo de la luz. Aunque sino fuese ése reflejo hubiese sido el del Sol, el agua clara de cualquier fuente o el mismo reflejo de sus ojos.

Unos ojos claros, verdes y con unas pupilas violentamente negras que ahora estaban resguardas, como hibernando, tras unas gafas. Rectangulares, negras y de pasta. Éstas estaban sujetas así, como por la magia del mejor hechicero, por una nariz pequeñita y graciosamente tintineante. Bajo la puntita de aquella nariz unas rojas fresas en las que se podía besar el campo verde. Todo ese maravilloso conjunto estaba recogido por un encantador moñito que asomaba en el blanco cuello de su camisa.

Me acerqué hasta el sofá agarré la solapa de su camisa que se formaba gracias a un descuidado botón desabrochado. Y cuando después de besar las fressr me acerqué hasta su cálido cuello ella se recostó en el amigable sofá beige hasta arroparnos los dos en sus pechos ahora duros. Mis manos se apresuraron a su fino culotte y lamieron sus piernas, las rodillas para después volar a sus ingles donde no pudieron resistirse a apretarla. En aquellos instantes un suspiro me acarició mi cuello.

Fui deshaciendo los botones con mis ardientes manos en tanto que nos amábamos con nuestras narices que se rozaban tiernamente como paseándose por aquel maravilloso paisaje. Ésas mismas traidoras que entraron dentro del fino y suave culotte para luego empezar a arder dentro del Río.

Un suspiro me empujó hacia el fondo del inmenso sofá. Y ese mismo ardiente suspiro me besó, me mordió, me lamió, me sorbió. Mis dedos no se detuvieron hasta su fino cabello que ahora parecía reflejado del rojo de mi sangre. Deshice aquella coleta que se sostenía tímidamente, temerosa de participar en todo este asunto; salió disparada cobardemente hasta el final de la Noche. Fue entonces cuando volví a ver sus rabiosos ojos verdes rodeados de una preciosa melena y sosteniendo entre sus caprichosos dedos mi Luna.

Casi sin darnos ni cuenta el culotte cayó sobre el portátil. Agotados y rindiéndonos ante nuestros órganos más vivos nos unimos lentamente deseando que ese momento perdurase en nuestro cuerpo, en nuestras cabecitas para siempre.

El dulce y entrañable Calor se apoderó de todo el salón y de la Noche para después descargar sus éxtasiantes masajes por todo nuestro cuerpo originándonos tiernos y ligeros temblores que se hacían acompañar de besos y caricias.

Asfixiados derramamos los cuerpos por el gigantesco sofá.

Absurdamente después siempre llega la impasible tranquilidad que pisotea TODO aquello fuertemente.Recuperamos nuestros cuerpos, parte de nuestras ropas y vagabundeamos sin rumbo fijo por el salón; totalmente desorientados y penitentes. En el baño refugiándome de aquel maravilloso cataclismo un elocuente chorro de agua casi estuvo a punto de recuperarme.

Abrí la puerta desde donde se veía el salón. Allí seguía el portátil, unos libros, una carpeta y fotocopias. Recogí de la mesa la comida, me senté en el sofá, al lado del portátil dejé la tartera de cartón con la comida y recogí mi arrugada camiseta.

Con la camiseta entre mis manos me recosté en lo que ahora parecía un ridículo sofá y pensé en el sobre:

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Natalia hago realidad todas tus fantasías 6549483217 500€

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No tenía hambre.