domingo, mayo 21, 2006

Dentro

Me adentré en su profundidad. No sabía nada de lo que encontraría. Esa idea fue la que me cautivó y me empujó a entrar. Esa duda fue la que me permitió vivir intensamente de algo desconocido por conocer. Luego, entré.


Apareció delante de mí una morena de ojos claro. Ojos cielo con oscilaciones infernales, cuyas pupilas eran de papel, dispuestas a mojarse con lágrimas de azul calambre para mi consciencia. Sentí repentinamente una impotencia reservada a los solitarios sin causa, a los que revolotean sin ANIDAR. A los que como yo (yo mismo) ausentan la razón de su ALETEO. Todo eso percibí de su mirar.

(Su cuerpo era maravilla.)

Me alejé, me dispuse a no sufrir, y fui directo a por un pelotazo, arrastrando a mi pesado cuerpo embriagado por toda la sala hasta llegar a la barra. Me esperaba negra y mojada, con su luz y su sombra exquisita. Yo me agazapé en ella. Reafirmé mi amor apoyandándome vicioso en su lomo. Duro lomo de frío mármol que envenena de calor mi lujuriosa alma. En fin, me sirvieron otro cubata.

Rozando su frío me alejé de ella, dejando marcado el paso de mis dedos por su superficie. Me adentré en la discoteca, de nuevo en su profundidad. Volví a sentirme perdido, con la especial sensación de sentirme, más que nunca, en casa.

Anduve solo y con latigazos de sangre directos al glande (dícese: erección). Así, ¡joder!, con la poya dura, y con mi vaso en la mano.
Me sentí más bohemio y soñador que nunca. Estaba dentro del lugar de encuentro de mi soledad con mi poca esperanza. Ambas me incitaron a beber. Nunca quise ser un alcohólico, no fui yo quien me envició. Les tomé la palabra, sólo eso.

Volví a rozar un cuerpo. Noté su calor adentrarse por los poros de mis manos, y mi piel se puso de gallina, y me ‘engalliné’ de tal forma, que agaché la cara descuidadamente mientras le tocaba el culo. Nunca la miré esperando su SI. Me fui sin hacer ruido, pero sobre todo dolido. Incliné mi vaso cual volquete y bebí un trago largo.

Al salir a la calle, después de unas horas de pretencioso ALETEO, me encontraba agarrando de la cintura una mujer espléndida, lúcida de expresión y con cara de ángel aventajado en la consumación de la alegría. Me propuso ANIDAR cerca del cielo, en su misma casa, y no me quise negar. Me arrastró su marea de esplendoroso cauce. Me deje llevar.

En conclusión deduje, que mi soledad expuesta al desnudo, en frente de la impotencia ante la morena de mirada celeste, más mi poca esperanza de albergar bajo el arrope de mi ser el culo de aquel cuerpo que me hizo ‘engallinar’, fue devastado y aniquilado en su habitación.

Me llevó a su hogar. me sedujo impregnando.

Acabé mi vaso y me quedé solo. Cogí el coche, y haciendo ‘eses’ conduje hasta mi casa.

miércoles, mayo 10, 2006

¡¿Fin?!

Como siempre abandono el primero el cine.

No me quiero acostumbrar a acabar de ver las películas. No le encuentro el gusto.

Me quedo con la cara de los personajes y salgo a la calle a imaginarme como sería mi vida rodeado de ellos, y yo mismo le pongo mi propio final. De esta forma consigo involucrarme más que nadie en una película, y sobretodo consigo que su final siempre me guste. Rodeo el bello cuerpo de la esbelta protagonista con la cual todos en la sala llevan dos horas fantaseando. Yo la tengo. La beso mientras ellos observan sus últimos momentos de actuación en la gran pantalla.

Llevo 5 años viendo películas a diario, pero nunca veo su final. Me aterra pensar en la idea de que mis sensaciones acaben en el punto álgido al que me compromete el director de cine. Antes si que lo hacía.

Adoro a los directores, son capaces de hacer revolotear más pájaros en mi nido mental, de los que yo consideraba vivos. Siempre mejoran tu punto de vista y consiguen que sientas, como propias, sensaciones expuestas al mayor número de personas posibles.

Por eso mismo no me gusta acabar las películas. Sé que cuando comente el final con alguien, nadie sabrá mi verdadero final, siempre hablarán del suyo, el de todos. Fin y al cabo, ¿no es mi perplejidad mental lo que realmente da sentido a los valores y intenciones de los directores?

Cruzo la calle y sigo pensando en cuanto tiempo le quedara a mi película.

Ellos seguro que ya la han acabado, se acomodan a perder los instantes de pensamiento que yo recluto, a veces incluso días después de haber empezado a ver el film.

Voy indagando en las miradas de los conciudadanos huérfanos de metas con los que me cruzo. Seguro que ellos tienden a acabar las películas, y quien no lo hace no es porque muestre interés en poseerla y hacerla única, simplemente, quien no acaba de ver una película es por pura apatía o por que se queda dormido. Ellos andan con la cabeza gacha y puramente mecanizados.

Miro el cielo y me deslumbro. Me encanta mirar al Sol directamente. Lo desafío, y sólo a veces consigo imponerle respeto, y hago que me dé un final válido para la película que tengo en mente. Por lo general, el se muestra poderoso, y acabo por retroceder unos pasos, tapándome los ojos cegados con los dedos. Son los mismos dedos y la misma ceguera la que me consuela cuando explico a la Luna por la noche, que ese mismo día el Sol no me ha hecho caso. Se lo explico plácidamente, sosteniendo un buen licor con ‘esos dedos’ que me ayudan a soportar mi ‘ceguera’ pertinente de bebedor.

A veces, y sólo a veces, Luna y yo follamos. Es uno de mis mejores finales. Sobretodo me gusta éste final cuando no me lo espero.

Me encantan los finales inesperados, y sobretodo abiertos…

¡¿FIN?!