jueves, octubre 21, 2010

dentro del dedal

me castigué haciéndome recoger cada uno de sus pelos de nuestra cama uno a uno con una diminuta y oxidada pinza. cuándo incluso los relojes dejaron de funcionar aburridos por el paso del tiempo...
dejé aquella pequeñita bolita de pelo acurrucada en un dedal. esa noche me levantaron el amargo castigo.

me lancé como un náufrago suicida contra la noche.. recuerdo... una partida de billar parecida a una partida entre pacientes con déficit de atención a lisas y pacientes con pérdida de memoria a rayadas: agradable y humildemente distendida.
después, luces apagadas, música y.. ¿puede qué ácidos... al rato, mordiscos en el cuello, sangre en los labios y amaneciéndo así, decidí castigarme de nuevo. no volver a entrar a otra cama..

abandoné un par de sujetadores, un tanga, en el que flotaban, allí.. lejos... donde el diminuto trozo de tela; la lengua de los rolling stones, creo que había medias o mayas y todavía me golpea en el seso, ese culotte finísimo como el aire, derritiéndose por dentro...

como una planta en una salita durante el verano, secando, partiéndome a pedazos, abandonada.. así me tomé un dulce café frente a la pared de la cocina, con el cenicero hablándome concienzudamente...me levanté, agarré la pinza de nuevo, destapé otro trocito de sábana y en aquel minúsculo trozo de almohada seguí recogiendo sus pelos..

(nda: tuve que cambiar la contraseña... maldito el tiempo)

Etiquetas: , , ,

viernes, octubre 08, 2010

Absurda historia de la vecina en el cajón

Cuando me acerqué lo justo como para tocarlo, desapareció. Acto seguido la casa empezó a crujir y a agitarse violentamente. Era como si aquella nebulosa negra aparecida de la nada hubiera desencadenado un gran terremoto de paredes para dentro. Asustado, me escondí debajo de mi cama hasta que cesó el estruendo y todo pareció volver a la normalidad. Salí de mi refugio improvisado y comprobé el estado de la casa. Sorprendentemente, me lo encontré todo en su sitio, bien colocado, sin indicios de que por allí hubiera pasado catástrofe alguna. Suspiré aliviado, -menos mal- pensé. De pronto, el timbre de la puerta sonó; alguien llamaba.

- ¿Hola, hay alguien en la casa? – se escuchaba de forma amortiguada- ¿Holaaaaa?

- Buenas tardes, Dolores. ¿Qué le trae a visitarme? – respondí al abrir la puerta. Era la vecina de la casa a la izquierda de nuestra fachada.

- Bueno…he escuchado ruidos…y me quería asegurar de que no pasaba nada.

- ¡Nada, tranquila! ¡Aquí todo esta muy bien! ¡Pase y lo verá! ¿Quiere un café?

La vecina aceptó la invitación y accedió a la casa. Observaba la estancia lenta y asombradamente, como si tuviera la certeza de que algo como un cubo o un ladrillo le fuera a golpear o a caerle encima cuando diera un paso. Todo bien.

Fue cuando se cerró la puerta que todo empezó a suceder. La vecina empezó a menguar en tamaño, y tanto a ella como a mi se nos heló la sangre al contemplar lo que sucedía. Ella entró en ataque de pánico y salió corriendo. Parecía que estuviera viviendo un pasaje de un libro de fantasías, o una escena de película. Irremediablemente, me vino a la mente la imagen de Alicia cuando bebe de la poción en el País de las Maravillas.

Estuve persiguiendo a mi liliputiense vecina por toda la casa con la intención de calmarla, puesto que ni yo sabía lo que había sucedido ¿Qué sería ese pequeño agujero negro que provocó los temblores? Supuse que ambas cosas iban relacionadas.

Tenía que dar con ella. Abría armarios y la veía salir corriendo hacia otro escondite, afanada en ocultar su nimio culo. Era casi imposible de alcanzarla, teniendo en cuenta que cualquier gesto que hiciera la podría herir gravemente. Paré de buscarla, con la idea de que se relajara y que saliera, tarde o temprano, ella sola. Caí en un profundo sueño y con él despedí de la tarde-noche hasta el día siguiente.

Hoy, cuando me he despertado del sueño, lo que había sucedido el día anterior me venía a la mente de forma confusa, entre la realidad y la imaginación ¿Había sucedido en verdad?

Rascándome la entrepierna y aún bostezando, entro en la cocina para prepararme un bocadillo de desayuno. Abro el cajón del pan y ¿que me encuentro? ¡Otra vez la vecina! Ésta aún duerme y resopla ronquidos, y tiene una rebanada de molde debajo de su cabeza a modo almohada.

La despierto y está mucho más serenada. Consigo explicarle lo del pequeño vacío negro que descubrí en la casa y de como toda la locura se desató a raíz de que éste desapareciera.

Al acabar la explicación, en gesto inconsciente, miro por la ventana. Quedo petrificado al ver un cielo totalmente limpio, como si estuviera mirando por la ventanita de un avión en mitad de vuelo. Al asomarme bien veo que toda la ciudad queda a la altura de los cimientos de mi casa. ¡Se ha alterado mi micro-universo! ¡Mi casa ha sido sobredimensionada! ¡Y yo también! Entonces…. ¿Qué pasa con la vecina?, ¿significa eso que su tamaño menguó de forma relativa y no real? Seguro que sí.

Llevo rápidamente a mi vecina a la puerta y cuando abro de nuevo, los mundos vuelven a homogeneizarse en tamaños, y mi vecina sonríe aliviada. La pesadilla ha terminado, vuelve a su mesura relativa inicial. Veo como corre hacia su puerta y como se encierra.

¿Qué pasa entonces conmigo y mi casa? ¿Qué explicación se le puede dar a tal irreal locura? Me parece que me acabo de comer una galaxia. ¡Haber quién digiere eso!