martes, septiembre 27, 2005

Este asqueroso papel

Necesitaba vomitar y no tenía otra cosa que este asqueroso papel.

He empezado a beber sólo;
hace más de tres semanas que
no salgo de mi apartamento;
dejé la ilusión en el portal y
apaleé a la esperanza en la basura.

Estoy solo, realmente solo,
no quiero a nadie,
tampoco necesito a nadie.
¡Y mucho menos a ti!

Me consumo, bebo;
Me quemo, ardo;
Me maltrato, lucho;
Me mato, amo.
Me matas, muero.

Encontré este papel junto a mí al despertarme en la cocina.
"Estoy jodidamente amargado" pensé, mientras bebía agua, mucha agua.

Estaba amargado, era cierto, cómo cierto era cada una de las palabras que puse en este papel.

Fui a mear y a lavarme los dientes, mi boca hedía a alcohol, tabaco y a mierda.
Recogí el cepillo de dientes del suelo y mientras lo limpiaba con un buen chorro de agua, me vi en el espejo. "Así te ve la gente."
Y no pude contener una carcajada.
Mi reflejo también hedía a mierda, mi cuerpo también.

Empezaba a darme asco de mí mismo, empezaba a entender a LA última.
Tal vez, era hora de bañarme, o de ponerme hasta los cojones de pastillas y morir en la bañera. Aquella tarde y con esa resaca no me importaba morirme o matarme o suicidarme.
Así acaban con su vida los GRANDES, supongo que también la acabaron con una GRAN resaca.

Fui a por la botella de wisky, entre tanto, la bañera se llenaba.
Encima de la mesa habían unas cajas de llamativas pastillas: tranquilizantes, relajantes, paracetamol y demás.
Comía alguna de esas pastillas al despertarme para que el tiempo entre la resaca y la siguiente borrachera fuese menos doloroso.

"¿Me suicidio?"
Ésta pregunta me golpeó dentro, muy dentro de mi destrozado cerebro o conciencia.
Mi suicidio importa una mierda a todo el mundo. Poca gente se enteraría y mucha menos se entristecería.

"Así que os seguiré jodiendo. ¡¡Hijos de puta!!"
Y agarré la botella de wisky.

Me quité la camiseta, era lo único que llevaba puesto, e introduje mi pesado, asqueroso y resacoso cuerpo dentro del agua caliente.

Metido en la bañera, hundí mi cabeza y al resurgir del agua, un largo trago de wisky caliente.
Me sentí menos asqueroso, menos pesado aunque igual de resacoso.

Y allí mientras me pajeaba dentro de la pila, fui feliz.


jueves, septiembre 22, 2005

El gallina

Seguimos hablando y bebiendo durante algunas horas más.

Acabamos con el wisky, el vino tinto y nuestras chinas. Cada minuto estábamos más y más cerca.

Mientras le explicaba alguna de mis absurdas teorías se quedo dormida, acurrucada y mirándome cómo si todavía me escuchase.

Decidí llevarla a mi cama. Así que fui hasta mi habitación, la ordené, metí toda la mierda sobrante dentro del armario, estiré la cama y volví al salón.

Cuándo la cogí me di cuenta que era delicada y un poco más baja que yo. Y es que cuándo estaba despierta y drogada parecía inmensa, grande y alta; tan sólo mirando sus intensos ojos marrones y su sonrisa.

La dejé lentamente sobre la cama, creo que sonrío.

Antes de taparla pensé: “Esta tía tiene clase. Tanga y sujetador conjuntados, de colores suaves y con encajes” Muy diferente a las bragas, tangas y sujetadores que me había follado en esa cama.

Volví al salón, no tenía sueño. Rebusqué en el armario algo de alcohol: ginebra, vodka, coñac, aguardiente, licores inimaginables, Martíni… Con tal de decidirme miré el reloj:

12:06 p.m.

Parpadeaban los putos dígitos.

Bueno pues Martíni.

Puse algo de música, busqué el hielo y me serví un vaso de refrescante alcohol. Empecé a liarme un cigarrillo y una vez que el tabaco estaba dentro del fino papel me acordaba de ELLA; la chica que estaba durmiendo en mi habitación. Recordaba su piel fina y tersa como el papel de fumar, el lengüetazo final me supo al sudor que le recorría el cuello horas antes. Y mientras lo liaba con sumo cariño y delicadeza, no pude dejar de ver su cuerpo desnudo y delicadamente sudado, como el cigarro.

Era una de las pocas veces que no aprovecho que ellas duermen para meter mano y polla allá donde buenamente puedo. Me excito, ellas duermen la mona y tú te las follas, las masturbas y te masturbas.

Esta vez NO y no sabía por qué.

Sentado en el sofá, con la copa, fumando y mirando a través de la ventana el horizonte, las montañas que rodean Ciudad_Trapo, temí que empezase a pensar, a imaginar, a fantasear.

Así que abrí mi portátil y comencé a escribir esto. Otra forma de pensar, imaginar y fantasear me dije.

Un tierno abrazo rodea mi cuello, me besa;”Buenas tardes Hombre_Ratón; ¿no has dormido?”. Le explico que no podía dormir, que no estaba cansado y que he estado haciendo cosas.

Esta escena me estremece parece que ELLA lleve 10 años durmiendo en esa cama y que cada mañana ella me abraza y me besa mientras yo estoy haciendo el gilipollas delante del ordenador.

Ha ido al lavabo, realmente esta preciosa, otra vez parece inmensa y grande y ahora creo que solo esta despierta, no drogada.

La verdad es que llevo muchas horas pensando en ELLA, muchas más de las que he dedicado a cualquier otra ella.

Parece mentira, pero creo que esta vez, será diferente.

Un gallina.

lunes, septiembre 19, 2005

La gallina

No se cómo ni por qué, pero otra vez había conseguido embaucar a una chica para que subiera a mi apartamento.

La arrastré hasta allí después de unos largos e intensos tragos y muy pocas palabras.

Ya en el ascensor empezamos a besarnos frenéticamente, como si fuéramos a morir dentro de aquella lata ascendente.

Llegamos a mi puerta, ella con una teta fuera y yo con la polla colgando. Estábamos muy cachondos, yo no me pude contener y la empujé contra la puerta; ella entre la puerta y yo, me agarró por la nuca y empezó a removerme mi pelo, mientras nuestras lenguas salían disparadas de nuestras bocas hacía: el cuello, la oreja, los labios, una teta…

Abrí la puerta, la conduje hasta el sofá dejando en el camino la inútil ropa.

Tomó ella el mando, se puso encima mientras le desabrochaba el sujetador blanco y ella movía sus elegantes caderas como si realmente mi polla estuviese dentro de su tanga. Sus largas uñas arañaban tiernamente mi cuerpo; mientras, yo miraba hacía al techo, cómo si me torturarán, una dulce tortura.

Mis calzoncillos desaparecieron y apareció su morena melena. Lametones, mordisquitos, mirada de asesina, se mordía sus carnosos labios mientras la sujetaba firmemente.

“Algo” me dijo: “tú turno”.

Me escapé de aquella llave de Afrodita y los papeles se turnaron, ahora yo sería el torturador.

Mi lengua y mis labios tenían ganas de pasear; rozar el lóbulo izquierdo de sus pequeñas orejitas, su perfumado cuello, el rojo labio, el otro lado del cuello, la otra oreja, la barbilla, sus omoplatos, el principio de sus tetas, apretar mi lengua contra su canalillo y empujarla contra el duro pezón, volví a besarla mientras mis manos recorrían sus calientes ingles y sus suaves muslos.

Acabado el largo beso, mis manos se posaron encima de sus pechos y mi boca apareció en su barriguita que tiritaba. Saqué de nuevo mi arma que comenzó a recorrer su ombligo, sus ingles, sus rodillas, después: lametones, mordisquitos, mirada de asesino, mordía mis labios mientras hundía mis dedos adentro, más adentro.

Luego, rasgué el plástico y me hice con el condón. Entre tanto nos besábamos, me coloqué la goma, que bajó como un telón transparente.

Estaba demasiado borracho y no empalmaba, por más que intentábamos penetrarla y ser penetrada, no hubo forma, una y otra vez, pero mi maldita polla resbalaba ante el calentito y húmedo templo. No era la primera vez que sucedía, así cómo no era la primera vez que me emborrachaba, así que…

Me deshice del condón y me lo puse con mucho cuidado en mi cabeza. Una vez que cubre ambos occipitales, la maniobra es sencilla. Seguir rodando el látex hasta la nariz.

Entonces, me levanté del sofá, clavé mis puños debajo de mis axilas y coloqué los codos a la altura de los hombros. Saqué el culo, me agaché, hundí mi cuello y empecé a cacarear y mover rápidamente mi cuello, a la vez que corría alrededor de la sala de estar, mientras respiraba fuertemente por la nariz. El condón se iba hinchando más y más.

Ella también reía más y más y me seguía con la vista como si fuese una niña en un circo. Y me animaba a correr más rápido.

Cuándo noté que la goma estaba a punto de explotar, me dirigí hasta ella, situé el condón cerca de su cabeza y solté aire:

¡¡¡¡PPPPPOOOOOOOOMMMMMMMM!!!!

La explosión retumbó dentro de mi borracha cabeza, cuando abrí los ojos estaba en los brazos de ella, que seguía con la sonrisa pegada a su tierna boca.

Seguimos hablando y bebiendo durante algunas horas más.