Isla (II)
Y de ese recuerdo… Una mujer se está depilando las piernas en el cuarto de baño; nada de película de Disney o musical en blanco y negro.
Contrariado como están aquellas personas a las que en su vida les sucede algo inesperado que te zambulle en una consecuencia también inesperada. Agarro algo que todavía se podría fumar del cenicero del suelo, me lo pongo entre los labios. Ella sale desnuda del baño, con el pelo mojado y brillante debido a los rayos de Sol que retumban entre su melena castaña. Algún rayo se escapa hasta sus claros ojos que me clavan contra la arrugada cama. ¡Qué vacaciones! Y enciendo el cigarro.
Se acerca hasta mí y mientras gotitas de agua caen desde su pelo hasta mi pecho nos besamos, su lengua fría me besa, sus dientes me abrazan. Después se muerde el labio mirándome fijamente a mis ojos y se va. Apago el cigarro quiero tenerla en mi boca más tiempo.
Por cierto, no estamos casados. Creo que decidimos celebrar que nos íbamos a casar. Nos gustó tanto celebrarlo que pensamos que si nos casásemos nunca más podríamos disfrutar que nos íbamos a casar. Eso si… ella me meo encima. ¿Quién no se ha dejado hacer cosas para afianzar una relación? Cortarse el pelo, cambiar de estilo, usar desodorantes, afeitarse, barba, dejarse quitar granos…Tampoco nos disgusta tanto.
Salgo de la habitación. Ella está en la terraza pintándose las uñas de los pies; de blanco, se las pinta como aquellas nubes tan blancas que tumbado en la arena de una cala parece que puedas comértelas.
- Tengo ganas de comer nubes – le dije.-… Te podías tintar el coño de blanco… te juro que me estaré trabajando tu coño un mínimo de ocho horas.
- Algo así me dijiste; pero con follar…
- Ya… joder… – mientras me siento y me rasco un huevo por dentro del calzoncillo.- Pero es que eso de follar es como un lanzamiento espacial, jamás lograrán controlar la ignición, hay posibilidades de que algo salga mal... Enséñame a follar.
Deja de pintarse la uña del dedo corazón, aunque un corazón nunca se debe dejar a medias, y me mira:
- El coño lo comes bastante bien, me encanta esa cosa que haces con la puntita de la lengua mientras tus dedos se desparraman por mi coño y mi culo.
- Pues ocho horas de dedos desparramados por tus agujeros sólo por tintarte el pelo; ¡coño! Si parece un trato de esos programas de la televisión. ¡Escucha! Escucha lo que dice el público: ¡¡TINTATE EL COÑÑÑOOOO!!
Se ríe y viene andando de talones hacía mí muy lentamente algo así como Frankenstein. Abro mis piernas y mis brazos para que se siente. Me mete la mano en mis calzoncillos y agarra mi asustada polla:
- Vale.- Me besa.- Y la semana que viene te enseño a follar mejor.
- ¿Estás teniendo un orgasmo?
- ¿Cómo?
- Dicen que cuándo las mujeres tienen un orgasmo los dedos de los pies se estiran, nunca lo he podido comprobar… A ver, a ver estira los dedos, más ¿notas algo? – Mi mano se escurre por su todavía húmeda piel hasta desaparecer bajo la toalla y llegar hasta sus muslos. Mientras su cabeza mojada se apoya en mi hombro, le acompaña un largo suspiro- No eres científicamente contrastable.
- ¿Vamos a cenar?- me dice muy bajito y cerca de mi oreja derecha.-
- No se… es que tengo algo entre las manos.
Lo hicimos en la terraza. La baranda, la mesa y las tumbonas nos sirvieron en algún momento de punto de apoyo. Casi parecía una película porno del gran Antonio Adamo.
Acabamos tan empapados de sudor y sexo que tuvimos que escondernos en la bañera. Aprovechamos para rodar otra secuencia mientras nos lamíamos los cuerpos con jabón.
Nos escapamos del mundo del sexo y de los cuerpos para irnos a cenar.