martes, diciembre 21, 2004

Un tren

Hombre Ratón cómo cada día empezaba su jornada laboral montado encima de un viejo tren de incómodos asientos.
Iba sólo, no tenía música y se olvidó el libro que estaba leyendo en el revistero del cuarto de baño. Si, era de esas personas que leen mientras cagan o cagan mientras leen, no se sabe bien.
En aquel punzante sillón Hombre Ratón estaba desnudo de instrumentos con los que evadir su realidad, pensó. Pensó en días anteriores, hechos pasados, pequeños planes de futuro, otros maquiabélicos para conseguirla. En ocasiones, las cosas se ven de muy distinta manera mientras nos dejamos guiar por algún deprimido conductor de cualquier transporte público.
Mientras observaba como la niebla se extendía por fuera de la ciudad y pensaba en alguna absurda excusa para poder volver a verla, sonó un teléfono. Era la chica de enfrente, al mirar la pantalla su movil, la sonrisa pegó una soberana paliza al sueño.
- Buenos días a ti también…
A Hombre Ratón le repugnaba tan empalagoso amor a tan temprana hora.
- Me encantó, tendrías que hacérmelo otra vez más; bueno… muchas más!!Jajajajaja..Claro….Ya sabes que así me gusta mucho…

“¿Sexo?” Pensó Hombre Ratón, aquella pueril conversación había cambiado totalmente de contexto, de sentido y objetivo para Hombre Ratón. Así que disimuladamente fijó la vista en el suelo, después se centró en el barro pegado a su bota. Aunque jamás hacemos esto disimuladamente; puesto que la otra persona siente que la estamos observando, escuchando y amablemente nos invita a compartir la conversación.
Aquella jurista estándar se convirtió en una estrella porno. Hombre Ratón se la imaginó estirada en una gran cama, con esas mismas botas negras que estaba observando, y abierta de piernas. Estaba compartiendo junto a ella y el personaje de al otro lado del teléfono aquella escena de sexo. Hombre Ratón era un voyeur que observaba como a ella se le tensaban los tendones del cuello, mientras apretaba la mandíbula, sus abdominales se endurecían y movía la cadera a un ritmo frenético y un dulce color rojo se pintaba en sus mejillas como si de un pellizquito se tratase. Todo acabó en un gran chillido, seguido de un profundo suspiro. Tan profundo como ella había sentido aquella penetración.
La jurista miró a la ventana donde estaba sentado y fuertemente empalmado Hombre Ratón. Se levantó de aquella cama, abrió la ventana y se arrodilló mientras el “creeekk ccrreekkk” de la cremallera sonaba lentamente.

- ¡Claro que si! ¡Perfecto! Este domingo me vuelves a preparar paella, ¡hasta luego! Un besito…
“Sucia mente” se reprochó Hombre Ratón, mientras la miraba.
Al introducir de nuevo el móvil en su gran bolso negro, la jurista clavó su mirada en los ojos de Hombre Ratón. Arqueó la ceja izquierda. Se mojó sus labios con una gran lengua roja y rió silenciosamente. A continuación, se levantó y se dirigió hacía la puerta.
Hombre Ratón no sabía que hacer. Aquella jurista se había metido en su fantasía y le había…

1 Comments:

Blogger Violeta said...

"En ocasiones, las cosas se ven de muy distinta manera mientras nos dejamos guiar por algún deprimido conductor de cualquier transporte público."

Llevas más razón que un santo, HR. Un beso albaceteño.

11:32 p. m.  

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