martes, noviembre 02, 2004

Víspera de todos los santos

Fui a buscar a Ángel. Estaba descansando; así que le desperté y le expliqué porque había ido a buscarlo. Me enviaba su madre. Ángel no se opuso y me siguió.
Nos dirigimos hacía el coche, le abrí la puerta, entró y volví a cerrar. Es bueno hablarles. Le expliqué que tal estaba su familia: su madre, su padre, su hermano mayor y su hermana pequeña.
“Lo han pasado muy, muy mal. Tu padre ya se ha jubilado y tu madre sigue con las cosas de casa y pintando sus cuadros. Ya son abuelos, Andrés ha tenido un hijo con Paquita, la misma chica que tú ya habías conocido. Y ahora Ana, tu madre, esta bastante contenta jugando y cuidando de su nieto. Le pusieron Ángel, como tú.
Tu hermana pequeña acaba de entrar en la universidad, pero cómo ayudante de profesor. Ya sabes que siempre le han gustado mucho los libros.”

Era la hora de comer los dos estábamos hambrientos. Decidí parar a comer. Fue en un pequeño restaurante de alguna carretera gallega. Era oscuro, solitario y sucio. No había más de cinco mesas y todas vacías.
La dueña no se sorprendió al ver que me acompañaba Ángel. Nos sentamos en una pequeña y dura mesa cerca de la chimenea.
Ana, su madre, me dijo que a Ángel le gustaba mucho el bacalao y la tortilla de patatas. Yo comí lo mismo. Abrí la botella de vino y propuse un brindar por el viaje y por Ángel.
Durante la comida expliqué a Ángel algunas historias sobre meigas, fantasmas, leyendas y tradiciones gallegas. Ángel era de Toledo.

Emprendimos de nuevo el camino. Ya faltaba poco. Seguí hablándole a Ángel.
“Aquí antes había mucha gente, había muchos peces para todo el mundo, se pescaba mucho. Ahora, ya ves, esta todo desolado, abandonado. Los jóvenes no quieren trabajar en la pesca, es muy dura. La gran mayoría marchan a la capital”

En la tortuosa carretera apareció una serpiente. Frené y esperé a que pasara el animal. Hizo lo mismo el pequeño camión que circulaba en dirección contraria. Le dije a Ángel que no todas las almas tenían la misma suerte que él. Y algunos hacían la peregrinación en forma de algún animal rastrero. Y era deber de todos velar para que aquella alma llegase a San Andrés de Teixido.

Lleguemos. Abrí la puerta a Ángel y el dije que mirase el bravo y azul manto que se empeñaba en subir por entre las rocas inmensas y cortantes. Que oliera el verde manto, pisoteado por los fuertes y grandes caballos blancos que corrían cerca del torcido árbol.
El viaje estaba apunto de acabar para Ángel. Entremos por la pequeña puerta del santuario de San Andrés Teixido. Acompañé a Ángel hasta el final de pasillo.
Salí sola. Ángel ha hecho de muerto lo que no hizo en vida.

- La leyenda dice que: San Andrés, que veía como a la tumba de Sant Yago iban grandes peregrinaciones mientras que a él nadie venía a visitarle, paseaba melancólico sus soledades. Un día se encontró con Nuestro Señor Jesucristo que venía a visitarle y éste le preguntó: "¿Cómo es que estás tan triste?" San Andrés le respondió: "¡Ay mi señor! A pesar de que yo también hago milagros como Santiago nadie se acerca por estos parajes y está mi santuario vacío". El Señor le miró y sonriendo le dijo: "No has de ser menos que Santiago. Te prometo que todo el mundo pasará al menos una vez en la vida por tu santuario" "Muchas gracias, Señor pero ¿cómo será eso posible?" "Porque todo aquel que en vida no viniere, tendrá que pasar por aquí después de muerto".
"San Andrés de Teixido vaí de morto o que non foi de vivo"
Una Meiga -