Félix y Carla
Eran las ocho de la mañana y Félix estaba en la desordenada cocina preparando el desayuno a su hija Carla. Salió de la cocina, cruzó la pequeña y desordenada sala de estar y abrió la puerta de la habitación de Carla.
Aquella habitación era totalmente diferente al resto del piso. No había desorden, estaba todo limpio y bien acondicionado.
Félix se sentó en la cama, cerca de las pequeñas rodillas de Carla. Le gusta mirar a su hija mientras duerme. Con sus ojitos cerrados y su revoltoso pelo tapándole parte de su cara. Carla dormía tranquila, serena.
Con su huesuda mano Félix acarició la suave cara de Carla:
- Princesita… Venga cariño despierta que hay que ir al cole. Vamos muñeco que ya es viernes y hoy tienes Gimnasia…
- Se dice Educación Física, papá. - Mientras estiraba sus cortos brazos y bostezaba profudamente. Los dos rieron. –
- Bueno, pues eso. Vístete princesa. Encima del escritorio tienes la ropa. – Félix ya estaba saliendo de aquella habitación-
En la cocina, Félix cogió el tazón de leche, la caja de los cereales, una cuchara, azúcar y los llevo hacia la mesa cuadrada de la sala de estar. Volvió a la cocina por su café. Desde allí escuchó a Carla cantar alguna canción de Bisbal. Volvío a la sala de estar y encendió la radio.
Carla apareció por la puerta con el cepillo en la mano.
- Péiname papá. Hoy quero una coleta.
- Vale princesita. Pero ve desayunando que perderemos el autobús.
La niña se sentó en la silla y empezó a desayunar. Mientras Félix cepillaba el pelo de su hija. Carla tenía el cabello castaño, muy luminoso y fino. Parecía miel como sus ojitos. El hombre recogió el cabello en una larga y alta coleta.
- Así no te molestará en Educación Física. – Volvió a reír y Carla con él –
- Mu bien, papá.
- Vamos Carla ve por la maleta que al final perderemos el autobús.
Carla deslizó su culete por la silla hasta caer de pie y fue a recoger su maleta.
Félix dio su último sorbo a su café. Había sido una larga noche.
Ya en la parada del autobús Carla empezó a hablar con su amigo Pedrito. Era un niño muy delgado, de grandes orejas, pero de mayores gafas. Se llevaban muy bien.
Félix sacudió la cabeza a modo de saludo mientras guardaba sus manos en los bolsillos de su abrigo. Saludaba al grupo de madres y padres que como él acompañaban a sus hijos al colegio.
Como siempre Félix se mantuvo a cierta distancia; suficiente para los mayores, inexistente para su querida hija Carla.
Los padres no le devolvieron el saludo. Como cada mañana. Para ellos no era más que un yonki.
Aquella habitación era totalmente diferente al resto del piso. No había desorden, estaba todo limpio y bien acondicionado.
Félix se sentó en la cama, cerca de las pequeñas rodillas de Carla. Le gusta mirar a su hija mientras duerme. Con sus ojitos cerrados y su revoltoso pelo tapándole parte de su cara. Carla dormía tranquila, serena.
Con su huesuda mano Félix acarició la suave cara de Carla:
- Princesita… Venga cariño despierta que hay que ir al cole. Vamos muñeco que ya es viernes y hoy tienes Gimnasia…
- Se dice Educación Física, papá. - Mientras estiraba sus cortos brazos y bostezaba profudamente. Los dos rieron. –
- Bueno, pues eso. Vístete princesa. Encima del escritorio tienes la ropa. – Félix ya estaba saliendo de aquella habitación-
En la cocina, Félix cogió el tazón de leche, la caja de los cereales, una cuchara, azúcar y los llevo hacia la mesa cuadrada de la sala de estar. Volvió a la cocina por su café. Desde allí escuchó a Carla cantar alguna canción de Bisbal. Volvío a la sala de estar y encendió la radio.
Carla apareció por la puerta con el cepillo en la mano.
- Péiname papá. Hoy quero una coleta.
- Vale princesita. Pero ve desayunando que perderemos el autobús.
La niña se sentó en la silla y empezó a desayunar. Mientras Félix cepillaba el pelo de su hija. Carla tenía el cabello castaño, muy luminoso y fino. Parecía miel como sus ojitos. El hombre recogió el cabello en una larga y alta coleta.
- Así no te molestará en Educación Física. – Volvió a reír y Carla con él –
- Mu bien, papá.
- Vamos Carla ve por la maleta que al final perderemos el autobús.
Carla deslizó su culete por la silla hasta caer de pie y fue a recoger su maleta.
Félix dio su último sorbo a su café. Había sido una larga noche.
Ya en la parada del autobús Carla empezó a hablar con su amigo Pedrito. Era un niño muy delgado, de grandes orejas, pero de mayores gafas. Se llevaban muy bien.
Félix sacudió la cabeza a modo de saludo mientras guardaba sus manos en los bolsillos de su abrigo. Saludaba al grupo de madres y padres que como él acompañaban a sus hijos al colegio.
Como siempre Félix se mantuvo a cierta distancia; suficiente para los mayores, inexistente para su querida hija Carla.
Los padres no le devolvieron el saludo. Como cada mañana. Para ellos no era más que un yonki.
1 Comments:
La cruel realidad...
Damos la espalda a los problemas de la gente, me gusta dsd el punto de vista que esta explicada ,muy tierrna :P
El lado humano que no vemos de un yonki.
CUIDATE,
tiriti
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