lunes, enero 29, 2007

Analmente virgen

Nada más verla unos enanos cabrones me hacen cosquillas en mis huevos, se esconden entre mis pelos, y sus pequeñas lenguas lamen la rugosa piel de mis cojones. ¿Amor? ¿Por qué no?

Ahora la imagino desnuda, tumbada boca abajo con su delicada cabeza ladeada hacía la izquierda, sus negros y ligeros cabellos esparciéndose armoniosamente por entre sus ojos, su nariz y sus labios; y con la verde señal de conductor novel en su espalda: analmente virgen.

Ella se sienta entre el grupo de amigos. Parece increíble pero me relaciono con algunos iguales en edad, valores sociales (pocos) y preferencias (muchas, sobre todo drogas).

Es viernes, ese día de la semana en que los pobres acontecimientos acaecidos durante la semana se transforman en grandes historias rebotando entre los amigos. Es mi cuarta copa, así que todavía estoy lo suficientemente callado, absorto en aquel: “analmente virgen” y observando sus dedos sosteniendo aquella larga copa de bourbon; como Cenicienta y su zapato de cristal. Mis lascivos ojos siguen acariciando sus brazos, lamiendo su cuello y besando sus labios. Está contenta, lo noto.

Todavía no estamos todos, faltan dos; digamos que es aquella pareja que siempre llega tiernamente tarde y a la que todos indultamos puesto que aprovechan cualquier lugar para echar un polvo. Es aquella fase de la relación, en la que, por ejemplo; están comprando algo de ropa. Ella se le acerca: ¿no lo hemos hecho en los probadores, verdad cariño? Y su mano se desliza estrepitosamente dentro del bolsillo de Cariño. Así en: lavabos, calles, transportes públicos, parques, tiendas… inevitablemente llegan tarde.

Mi estrategia para no llegar tarde es empezar a beber aquella tarde en el bar dónde hayamos concertado la cita. Además, una paja siempre es más rápida que un polvo.

Enciendo un cigarro y mientras mi vista despide la llama del mechero, su mirada se cruza en el camino. Desconcertado trago el amargo humo del cigarro ¿me acaba de sonreír? Me levanto y casi corriendo llego a la barra, a mi refugio. Un chupito y otra copa. La parejita espacio-folladora llega. Los saludo, él se que queda junto a mi, que sean dos chupitos. Le rodeo con mi brazo derecho, lo acerco hasta mí: súbete la bragueta. Antes de volver a la mesa, hablamos sobre posturas, mamadas, trucos y aberraciones:

- Le meto el dedo por el culo y le encanta, se pone muy cachonda…

- Cómeselo.

- ¡Tío! Que es mierda

- Todos somos mierda; tú, el primero por meter el dedo.

- Ya… - le da la copa a su novia.-

Brindamos por el primer trabajo medianamente decente para un licenciado en humanidades.


Alguna alma candida ha ofrecido su piso y ahora estamos sentados alrededor de una mesa donde descansan las bebidas.

Sigue estando tan guapa cuando se emborracha. Recuerdo como las noches pasaban corriendo delante de la ventana de nuestro cuarto, reíamos con los mofletes rojos, como dos niños pequeños cuando en la oscura tarde del invierno vuelven a su casa. Nos deshacíamos en nuestra saliva, nos corríamos con nuestras palabras, descansábamos apuntalando el techo con nuestras miradas que sólo parecían una…

Alguien me invita a la cocina. Allí mezclamos la sal con el azúcar y la ansiedad y nos lo tragamos por la nariz. Esnifo. Me pasa su cigarro, le doy mi rulo.

- Creo que le vuelvo a gustar, hoy está diferente…

- ¿Otra vez, Hombre_Ratón?- entre tanto los pelos de nariz agarran con fuerza las últimas partículas-

- Sí tío… lleva un par de días diferentes, hemos vuelto a hablar a menudo, como antes…

- Mira…-me devuelve el rulo- Esta historia…

Nos llaman desde el salón.

- Luego hablamos…

Alguien rememorado viejos tiempos, a los que yo particularmente prefiero llamarlos simplemente otros tiempos, ha propuesto jugar a ese juego en el que este último es tan sólo una excusa para pillar una taja considerable en un poco espacio de tiempo; en definitiva, una optimización.

Estamos desesperadamente borrachos, otro paseo a la cocina a por sal. Me voy a meter pero entra ella. Lo dejo porqué se que no le gusta, además es la primera vez que he vuelto a hacerlo desde que lo dejamos.

Alguna canción de Bob Dylan suena en el salón. Compartimos copa, nos gusta el bourbon desde el principio hasta el final de la noche. Comentamos la borrachera, los chupitos del juego y volvemos a reír de verdad después de dos meses.

- Estoy con Leo

La cabeza se me clava en el suelo de la cocina.

- Me alegro mucho…- mi cara se raja intentando sonreír-

- Lo siento… - sus pequeños dedos rozan mi barba-

Me acaba de dar por el culo; analmente virgen.

Hundo mis ojos entre las rayas. Salgo de allí.

¿Amor? Claro que sí.