miércoles, noviembre 17, 2004

No salió del bosque

-¡Noooooh! Por favoroor!, no me hagas daño...
En mitad del frondoso bosque, una chica masacrada chilla bajo la antenta mirada de una mole vestida de negro; como la muerte.
-Calla , guarra, debes morir poco a poco, asi disfrutamos no te parece?!
-Aaaaaagh.... porfavooor... auxiliooo!!
Éste alzó el brazo y le soltó tal castañazo, que junto a la mano salió despedido una gran salpicadura de sangre procendente de la cavidad bucal de la chica, la cual daba pena verla.
Bajo el oscuro manto de pelo impregnado en coagulada sangre, se podía ver, por la tenue luz, un rostro empalidecido de terror con moratones correosos de sangre fresca, resbalando por su mejilla, cayendo sobre la frondosa hierba que habia bajo sus pies.
Sus ojos inyectados en sangre, estaban rodeados por suntuosas brechas en las cejas, y marcadas ojeras, bajo las cuales, una nariz chata se reflejaba en rojo. Su boca era un surtidor, donde brotaba una jugosa fuente de sangre.
Era una lástima que aquella muchacha acabase de aquella manera, por que siguiendo cuerpo abjao, se apreciaba una estupenda y esbelta figura de grandes pechos, que se dejaban entrever por las múltiples rajas que había en su ensangrentado vestido.
El gigantón se le acercó con decisión, y sin tener el más mínimo cuidado, golpeando su cabeza contra la escarpada superfície de los árboles, le fue rasgando la ropa asta dejarla al desnudo. En el cuerpo de la chica, ahora se podia ver claramente cortes dispersados.
el asesino se alejó, dando un respiro de alivio a aquella belleza masacrada. Al rato, el terror volvió a calar en el corazón de la chiquilla; por entre la maleza, una silueta apareció, con un gran objeto en la mano. Mientras aquella bestia se acercaba, se distinguía una gran superfície cortante. Eran un gran hacha.
La mirdad del delicado ser, se heló de miedo, entre las estruendosas carcajadas del enorme asesino.
La chica empleó toda su poca fuerza en intentar escapar, pero torpe de si, no hizo más que excitar las ansionsas ganas de sangre que aquel animal contenía en su interior.
Las musculosas formas alargadas con manos, que sostenían y a la vez alzaban el hacha, en menos de un segundo, clavaron el arma entre la maleza, llevandose por delante la mano izquierda de la muchacha. Acto seguido, misma acción, mano derecha, pie izquierdo, pie derecho.
Entre agonizantes chillidos de muerte, el rostro femenino comenzó a sudar, de forma fría e impasible, sudor gélido que resbalaba expresando la angustia interna que en sus entrañas acontecia. Sus ojos se tornaron blancos y de su boca erupcionó cantidades de espuma blanca teñida de rojo.
Reía sin parar la bestia, que continuaba bajando fatalmente el hacha, dejando las extremidades de ella echas rodajas.
Desvanecidad casi por completo, la chica lanzó un fuerte llanto agónica.
Cogiendo el tronco de la chica, que era lo único de su cuerpo que quedaba compacto, siguió riendo. Se lo llevó a unos 100 m de donde se había cometido la masacre y con todas sus fuerzas, incrustó el cuerpo en una dura rama sobresaliente de un árbol.
Un grito resbosante de dolor surgio de ella, como si estuviera poseida. Deliraba.
Un enorme chorro de sangre reventó en su estomago. De él asomaba la rama, estaba ensartada hasta el fondo.
La bestia, orgullosa de sí misma, se retorció entre la sangre que el cuerpo chorreaba, y con precipitación se elevó, y de un golpe de puño, aplastó su cráneo contra el árbol, hundiendo la mano en su blando cerebro.
Como si nada hubiese ocurrido, aquel animal se fué, lamiendose la mano, solo sabe él donde.

martes, noviembre 16, 2004

Un tipo mediocre

“¡¡Eres un hijo de puta!!”
Esto fue lo último que me dijo Marta, mi novia durante dos años.
No estoy del todo acuerdo con ella. Más que hijo de puta soy un tipo mediocre. Ya saben, tengo una vida mediocre y todo lo que eso conlleva.

Un trabajo mediocre. Soy un técnico especializado, muy especializado, mi objetivo fundamental es comprobar que los papeles que lleguen a mis manos estén todos correctos. A mi me encanta medir los márgenes de cada uno de los documentos, en ocasiones he encontrado fallos milimétricos; hablo de errores de 0.5 milímetros empleando una regla de centímetros. Creo que mi compañera de trabajo nunca ha conseguido una marca semejante. Pero mi jefe no entiende de marcas. Me parece que no entiende de nada. Pero hace entender que entiende, es un jefe.

Mi familia mediocre. Hablamos muy poco entre nosotros. Supongo que mi hermana continua estudiando y que mi hermano, el pequeño, trabaja. No se en qué. En ocasiones coincidimos en la mesa; pero para eso esta la televisión. A veces hablo con mi madre, esta a punto de jubilarse y quiere irse con mi padre al pequeño apartamento de la playa. “¡Y sólo a veinte minutos de la playa!” Así cautivó el astuto promotor a mis padres. Esos veinte minutos eran en coche y cada año debido a los continuos movimientos de arena que realizan los funcionarios, el mantel acuático queda más lejos. El año pasado en pleno Agosto tarde cuarenta minutos en encontrar algún lugar donde dejar el coche.

La verdad es que la relación entre Marta y yo, resultó mediocre. En el último año, nuestra rutina fue una elaborada estrategia empresarial que tenía como gran objetivo transformar nuestro romántico e idílico amor en simple compañía. Yo le hacía compañía a ella y ella a mí.
Durante este año sabíamos que los lunes iba a buscarla a la puerta de su facultad. Después a casa. El martes yo tenía inglés y ella gimnasio, quedábamos en la parada del tren para ir a dar una vuelta. Los miércoles no nos podíamos ver. El jueves iba a su casa porque su madre iba al cine con sus amigas, ni follábamos. El viernes después de trabajar y de su gimnasio cenábamos fuera; después al bar de siempre, la misma copa de siempre. El sábado por la tarde, grandes almacenes, ropa, mucha gente. Por la noche misma discoteca que hace 1 año, misma hora de entrada la una y treinta y cinco. Misma hora de salida: “Amor vamos, que después hay mucha gente”. Los domingos deje de ver el fútbol, resultaba que me encantaban todas las películas de Sandra Bulloch, Julia Roberts, Richard Gere y compañia; pero yo no lo sabía.

Ayer jueves y en medio de este caos de ordenada mediocridad, me lié con mi compañera de trabajo. Sólo un poco de sexo malo entre dos estanterías, llenas de márgenes prefectos.

Si que fue infidelidad; fui infiel a la asquerosa mediocridad, a la maldita rutina. Porque ya no estaba enamorado de Marta sino de su compañía y de la rutina compartida.

domingo, noviembre 07, 2004

Anoche

Ante mi, una zorra encocada y empastillada. Nuestros blancos ojos se cruzaron en algún momento del tiempo. Aquella tía se acercó, me sacó la lengua. Hice una pequeña ofrenda al dios Dionisio. Deposité una pastilla sobre aquel pegajoso músculo. Agradecida metió su temblorosa mano en mis pantalones.
El vicio y el deseo se apoderaron de nuestros cuerpos. Nuestras lenguas corrían por nuestros interminables cuerpos. Las manos se trasnformaban en tanga, calzoncillo, sujetador, pelos, lengua.

En el coche, el polvo blanco fue el prolegómeno. Se deshizo de su breve falda y conocí a sus tetas. Rígidas, duras, compungidas gracias al frío.
Estaba empalmado. Metió mi calor en su gran boca. Mis dedos se adentraron en aquel cuerpo. Un gran suspiro seguido de un sensual temblor de sus piernas; acabó pintando de vapor los cristales del vulgar coche.
Follamos, follamos. Los cubatas sodomizaron a las cervezas. La coca y las pastillas follaban apasionadamente, mientras los porros se pajeaban en algún oscuro rincón.
Aquella ceremonia acabó. Temblábamos, nos abracemos. ¿Amor? No, sólo frío. Nos limpiamos como gatos con dos clínexs.
Volvimos dentro, ella buscó a su amiga, quería más coca. Pedí un cubata. Aquella servil chica dejó el vaso encima de la barra, junto las cañitas muticolores. ¿Cómo seria aquella camarera en el desordenado coche?

Según estudios, el hecho de imaginar o visualizar determinadas acciones provoca una actuación de las neuronas de tal manera que se activan todas las funciones cerebrales como si estuviéramos realizando aquella acción. Es como si realizáramos cualquier actividad pero sin movimiento alguno. Por ejemplo, podríamos fortalecer nuestros músculos tan sólo visualizando los ejercicios sin necesidad de llevarlos a cabo.
Así que, hacemos realmente aquello que visualizamos o imaginamos en nuestra psique. Por lo tanto, lo realizamos no sólo estamos imaginando.
Acababa de violar a aquella camarera.

Un largo trago. Pensé en mi trabajo. Estaba hasta los cojones de aquella oficina, dónde violaba diariamente a compañeras y secretarias desde mi pequeña mesa, sentado delante del ordenador.
Imaginé a mi jefa atada en su gran sillón de cuero negro. En su sala de tortura, su gran y espacioso despacho. Subirme encima de la mesa y cagarme en todos esos informes y tablas que siempre son: “para ayer”. Cogerlos después y tirárselos de uno en uno y ver como su blanca piel se convierte en mierda!¡Pura mierda!
Las luces se encendieron. Mis pérdidas pupilas intentaban guiarme hasta la salida.

Después de aquella noche, mi imaginación es realidad y mi realidad es imaginación.
¿Que sucedió?

miércoles, noviembre 03, 2004

Fuera, fuera! k me kiero ahogar

La veo pasar, sabe que estoy aquí, no mira.
Yo si que la miro, sigo su movimiento y contemplo como se aleja. Es duro, lo noto como una punzada de dolor por dentro; de dolor, no diremos físico, sino más bien como de ansia, como de sentirse reprimido. Aguanto con él, él es quien me domina, y lo hace de forma, en cierto modo, apetitosa.

La voluntad me nubla el pensamiento, incluso a veces consigue derrumbarme. Para ella es mas importante abandonarme, que dejar que cuatro absurdas ideas, que pudieran salir de mi, coquetearan con ella dentro de mi mente, y que estas ‘malnacidas’ acabaran por aferrarla a mi y hacerla morir conmigo.
Ay voluntad!, me traes muerte, pero no te dejo abrir boca. Aún.

Pasando el rato, todo son ganas de volar, de olvidarme de todo, de dejar el oxígeno en el agua y emprender camino directo hacia el desierto, directo al suelo, a la utopía.

Realmente mi vida no merece seguir solo por sentirme ignorado al paso de su mirada?, o es que ella tiene lo que necesito?
Es eso, sé que soy eso, soy suyo.

No puedo soportar seguir así, me siento falto, y el agujero no cierra. Hora tras hora la sigo viendo, y no cierra.

De un salto, la voluntad dejó en su olvido al sentido, y al volar descargó húmedo, y todavía coleante al pez que siempre tubo con ella; aquel pez, que bajo la mirada perpleja de su dueña, moría ahogado. Yo.

Ahora si me miraba, me miraba muerto.
Una única lágrima rodó por su mejilla hasta caer a mi, no fue suficiente.
Yo solo quería comida.

martes, noviembre 02, 2004

Víspera de todos los santos

Fui a buscar a Ángel. Estaba descansando; así que le desperté y le expliqué porque había ido a buscarlo. Me enviaba su madre. Ángel no se opuso y me siguió.
Nos dirigimos hacía el coche, le abrí la puerta, entró y volví a cerrar. Es bueno hablarles. Le expliqué que tal estaba su familia: su madre, su padre, su hermano mayor y su hermana pequeña.
“Lo han pasado muy, muy mal. Tu padre ya se ha jubilado y tu madre sigue con las cosas de casa y pintando sus cuadros. Ya son abuelos, Andrés ha tenido un hijo con Paquita, la misma chica que tú ya habías conocido. Y ahora Ana, tu madre, esta bastante contenta jugando y cuidando de su nieto. Le pusieron Ángel, como tú.
Tu hermana pequeña acaba de entrar en la universidad, pero cómo ayudante de profesor. Ya sabes que siempre le han gustado mucho los libros.”

Era la hora de comer los dos estábamos hambrientos. Decidí parar a comer. Fue en un pequeño restaurante de alguna carretera gallega. Era oscuro, solitario y sucio. No había más de cinco mesas y todas vacías.
La dueña no se sorprendió al ver que me acompañaba Ángel. Nos sentamos en una pequeña y dura mesa cerca de la chimenea.
Ana, su madre, me dijo que a Ángel le gustaba mucho el bacalao y la tortilla de patatas. Yo comí lo mismo. Abrí la botella de vino y propuse un brindar por el viaje y por Ángel.
Durante la comida expliqué a Ángel algunas historias sobre meigas, fantasmas, leyendas y tradiciones gallegas. Ángel era de Toledo.

Emprendimos de nuevo el camino. Ya faltaba poco. Seguí hablándole a Ángel.
“Aquí antes había mucha gente, había muchos peces para todo el mundo, se pescaba mucho. Ahora, ya ves, esta todo desolado, abandonado. Los jóvenes no quieren trabajar en la pesca, es muy dura. La gran mayoría marchan a la capital”

En la tortuosa carretera apareció una serpiente. Frené y esperé a que pasara el animal. Hizo lo mismo el pequeño camión que circulaba en dirección contraria. Le dije a Ángel que no todas las almas tenían la misma suerte que él. Y algunos hacían la peregrinación en forma de algún animal rastrero. Y era deber de todos velar para que aquella alma llegase a San Andrés de Teixido.

Lleguemos. Abrí la puerta a Ángel y el dije que mirase el bravo y azul manto que se empeñaba en subir por entre las rocas inmensas y cortantes. Que oliera el verde manto, pisoteado por los fuertes y grandes caballos blancos que corrían cerca del torcido árbol.
El viaje estaba apunto de acabar para Ángel. Entremos por la pequeña puerta del santuario de San Andrés Teixido. Acompañé a Ángel hasta el final de pasillo.
Salí sola. Ángel ha hecho de muerto lo que no hizo en vida.

- La leyenda dice que: San Andrés, que veía como a la tumba de Sant Yago iban grandes peregrinaciones mientras que a él nadie venía a visitarle, paseaba melancólico sus soledades. Un día se encontró con Nuestro Señor Jesucristo que venía a visitarle y éste le preguntó: "¿Cómo es que estás tan triste?" San Andrés le respondió: "¡Ay mi señor! A pesar de que yo también hago milagros como Santiago nadie se acerca por estos parajes y está mi santuario vacío". El Señor le miró y sonriendo le dijo: "No has de ser menos que Santiago. Te prometo que todo el mundo pasará al menos una vez en la vida por tu santuario" "Muchas gracias, Señor pero ¿cómo será eso posible?" "Porque todo aquel que en vida no viniere, tendrá que pasar por aquí después de muerto".
"San Andrés de Teixido vaí de morto o que non foi de vivo"
Una Meiga -